Alexander sigue la mirada de Sheridan que parece fija en Gardiner: Si quiere averiguar algo no hay problema por mi parte, aguardaré a Abigail aquí mientras tanto.
Yo espero pero Sheridan puede husmear si quiere ^_^
Cuando estáis a mitad del segundo plato llega Abigail, acompañada por un recepcionista. Su bonita cara aflijida por tristeza le hace a uno querer apiadarse de ella, de su fragilidad y elegancia.
- Oh, Alexander, disculpame por llegar tan tarde. - toma la mano de su prometido mientras con se lleva su otra mano al pecho - Salí tan pronto como recibí la llamada del señor Gardiner con la invitación de tu parte, y te aseguro que habría llegado a tiempo de no ser por tan inoportuno pinchazo en la carretera. Gracias a esos buen hombres que me ayudaron con la rueda, o aún estaría allí. Disculpa, disculpa, disculpa y mil veces más disculpa. No quería dejarte mal delante de tus amigos. - se gira hacia Sheridan, mirandolo con sus enormes ojos tristes - ¿Verdad que puede disculpar mi descortesía?
Varias personas de mesas de alrededor se han girado, observando a la preciosa recién llegada. Algunos de ellos reconociéndola como la hija del gobernador, otros solo atentos por la preciosidad de la joven.
Si al final Sheridan ha querido irse a hacer algo, ya editaré este post para eliminar la referencia. Me voy de viaje hasta el viernes que viene, y quería dejar un último post de mi parte aquí, aunque aún no haya quedado claro si solo queríais esperarla o hacer algo más entretanto.
Alexander se levanta en el momento que ve llegar a Abigail, camina hacia ella intentando no mostrar su preocupación y le toma de la mano para acompañarla a la mesa: No te preocupes, no tiene importancia. Es un imprevisto que puede ocurrirle a cualquiera. *Al llegar a la mesa hace las presentaciones: Señor Sheridan, le presento a Abigail Baker**. Querida, James Sheridan es amigo de Henry Armitage.
*Asumo que está Sheridan y si no es así lo edito
** No tenía apellido hasta ahora, le pongo uno y si en la partida aparece el gobernador me dices el apellido y lo cambiamos
Me quedo pensativo considerando las distintas opciones, y eso hace que pierda la oportunidad de llevar a cabo la mayoría de ellas.* Así que, algo enfurruñado, me limito a engullir (que no degustar) la excelente comida que nos ofrecen en el restaurante del club.
Aún ando perdido en lúgubres pensamientos cuando aparece la señorita Baker. La reconozco incluso antes de que Carrington me la presente, ya que la había visto en una cena de gala para recaudar fondos junto a su padre, el Gobernador.
Me pongo en pie de inmediato y beso su mano, tratando de sonreir un poco para que no se vea afectada por los horribles sucesos que nos rodean desde que acudimos en auxilio del doctor Armitage.
- Un placer conocerla. No es necesario que se disculpe, más bien deberíamos hacerlo nosotros por obligarla a venir hasta aquí con tan corto margen de tiempo.
Trato de disfrutar lo que queda del almuerzo en compañía de la pareja, pero mi atención se ve desviada una y otra vez hacia la curiosa e inexplicable cábala formada por Walsh, Kitrell y Gardiner. Creo que Carrington debe estar pasando algo parecido, ya que alguna vez que otra me descubre mirando al vacío mientras su prometida nos está contando sus anécdotas de sociedad.
* No he tenido mucho tiempo para hacer mi intervención, así que Sheridan tampoco. :P
La comida con la prometida de Alexander transcurre tranquilamente; sus anécdotas y comportamiento destilan ambiente de alta sociedad: tranquila, relajada, educada, formal y incluso con algunas risas. Tan cotidiano resulta el evento, que cuando la mente vuelve a dar un giro hacia la extraña conspiración que percibís entre Walsh, Kittrell y Gardiner os resulta sorprendente que ambas escenas estén sucediendo prácticamente a la vez. Quizás esta realidad que estáis percibiendo ahora, estas situaciones misteriosas y increíbles son la américa profunda: aquello que realmente sucede tras una aparente capa de normalidad, aquellos detalles y pequeños incisos que la mente de quienes no tienen el conocimiento adecuado ignoran sin ser conscientes de ello, pero que no por eso dejan de ser ciertos. La América real detrás de la América que percibimos; la América profunda, dicho en otras palabras. Sin embargo, cada vez que una risa de Abigail Baker os despierta de vuestra ensoñación, o cuando os toma de la mano para explicaros una historia ligera sin importancia, vuestra mente se reconforta ante la calidez de su sonrisa.
Aún con restos de comida en el plato (porque una señorita bien educada nunca acabaría toda su comida), y tras las últimas anécdotas del café, la señorita Baker se dispone a despedirse.
- Ha sido un placer conocerle, señor Sheridan. Me siento tranquila de ver la buena compañía que frecuenta mi querido Alexander: cuíde bien de él mientras yo no esté, por favor. Ha sido una lástima llegar demasiado tarde para conocer también al señor Gardiner: es todo un logro lo que ha conseguido su familia con este lugar, un club precioso y con muchísimo encanto. - finalmente se gira hacia su prometido, a quien sus ojos llevaban buscando cualquier excusa para observar discretamente durante la comida - No hace falta que te preocupes en acompañarme hacia el coche, Alexander, creeme. Relájate y disfruta de la tarde, que yo tengo que volver a casa.
La despedida de su prometida se alarga un poco más, pero no pasa demasiado tiempo antes de que Abigail salga del club dirección a la mansión de su padre, dejandoos de nuevo solos en la mesa, la sensación de calidez en vuestro entorno desapareciendo a marchas forzadas. Las otras mesas empiezan a vaciarse, también habiendo acabado ya de comer muchas de ellas.
Abigail ya ha insistido bastante en que se marcha sola, a ver si queréis investigar algo o hacer alguna otra cosa :P
La charla con ella hace recuperar a Sheridan dos puntos de Estabilidad (subiéndola de 5 a 7) y se la habría hecho recuperar toda a Alexander si hubiera perdido algo (¡métete en lios, hombre! xD)
Reconfortado por la comida y la compañía, me despido de la señorita Baker y espero a que Carrington haga lo propio.
Cuando termina y se acerca hacia mí, lo palmeo en el hombro y, levantando las cejas, pregunto:
- Bueno, señor Carrington, ¿qué le parece si husmeamos un poco a ver qué secretos se ocultan a plena vista en el Club?
Es el momento indicado para meterse en líos...
Alexander no se queda del todo tranquilo, Abigail insiste en volver sola para no hacer el feo al señor Sheridan. La sigue con la vista hasta que entra en su vehículo y entonces regresa junto a su compañero.
- Que dudo que tengamos otra oportunidad, responde confirmando el plan.
Los comensales ya se habían ido levantando de las mesas, algunos pocos dirigiéndose hacia la salida del club, otros a la sala de fumar, y los últimos hacia el puerto que se ve por el ventanal, a digerir la comida en sus caros yates.
Si no había vuelto a poner turno antes de las navidades es porque estaba esperando a ver en qué líos os queríais meter, o qué queríais hacer xD
Yo optaría por una paseo por los alrededores (muelles, pistas deportivas, ...) mientras haya luz para ojear y por si reconocemos gente importante. Luego una visita dentro del edificio por si hay zonas que no nos haya enseñado Gardiner accesible.
Alexander y James salen a dar un paseo por el muelle, aprovechando el buen tiempo y la brisa fresca marina que corre a estas horas para rebajar la intensidad del sol. La única sala que Gardiner no les ha mostrado del edificio era el sótano, pues decía que en ese momento estaban realizando reparaciones por causa de unas fugas de agua que había habido con la lluvia de la noche anterior. Unos cuantos de los miembros del club han salido un rato antes del comedor para dirigirse hacia sus naves en el muelle, pero deben haber entrado en las cabinas a echarse una siesta o leer, pues solo se ve movimiento en tres de los barcos.
Un grupo de jovenes bien vestidos trabajano preparando estos yates (limpiando los cristales, chequeando que las cuerdas de los mástiles tengan la resistencia adecuada, arrancando parásitos de la quilla...), todos ellos en el rango de menor calado de los que se encuentran atracados en los muelles. Alexander solamente reconoce al propietario del Moonlight Shadow, un empresario de Kingsport no demasiado importante con intereses económicos en empresas cárnicas; por la forma de moverse y las ropas, no le cuesta demasiado distinguir a los propietarios del Ada Carrell y el Small Pride de los trabajadores que realizaban las tareas de preparación.
- ¿Preparando una salida? - pregunta casualmente Alexander al propietario del Moonlight Shadow al pasar por su lado.
- Oh, no. Solo realizando una puesta a punto, para lueg... - responde, masticando sonoramente una raíz de eucalipto mientras tira de una de las cuerdas, comprobando si las velas responden correctamente. Con la mano se tapa los ojos, evitando que el sol le ciegue cuando se gira hacia vosotros y rectifica rápidamente - Para cuando más adelante tenga tiempo libre. Me relaja venir a arreglar a mi pequeño. - Sonríe, quizás de manera un poco forzada - ¿Son los invitados de Oliver? Les he visto antes en el comedor charlando con él.
Alexander no puede evitar arquear una ceja por sorpresa: este tipo de preparaciones solo tiene sentido hacerlas poco antes de salir a mar con el barco, y los marineros que están trabajando en estos tres pequeños botes también parecen estar haciendo hueco en los compartimentos de carga de los mismos.
- Si, ha sido muy gentil invitándonos a pasar el día y conocer el club - responde para mantener la conversación. Yo también tengo uno y estoy decidiendo si cambiar el sitio de amarre por éste ¿Suele hacer buen tiempo? Algo estaba pasando y su presencia parecía incomodar a los socios.
- ¿Buen tiempo? ¿aquí en Nueva Inglaterra? - la cara de perplejidad de tu interlocutor no sería mayor si le hubieses asegurado que pensabas amarrar un elefante al muelle - ¿Estás bien de la chaveta? - vuelve a su trabajo con las cuerdas del palo mayor - El muelle es correcto, pero lo mejor de este club es lo selectivo de sus socios. No cualquiera puede entrar a formar parte, como ya sabrás, jovenzuelo.
Definitivamente no parecía la persona más amistosa del mundo, ni la más deseosa de compartir información con nadie. No solo sus palabras, algo maleducadas, sino su actitud de volver al trabajo ignorando a los dos visitantes así lo indicaban. Sus maneras molestaron bastante a Carrington, que no terminaba de creerse que un mindundi de tres al cuarto acabase de llamarle jovenzuelo de esa manera tan clasista.
- Bueno, está claro que algo traman; y me atrevería a decir que con la connivencia (si no bajo las órdenes) del propio Gardiner. ¿Algo relacionado con nuestro amigo 'Diamond' quizás?
Me detengo un instante y me planteo si debería plantarle cara al altanero empresario que regenta el Moonlight Shadow o si optar por la discreción para poder seguir investigando por el club.
Miro a Carrington, quien parece estar preguntándose lo mismo que yo.
- ¿Deberíamos dar un susto a ese patán o prefiere usted que sigamos con nuestro paseo y tratemos de averiguar qué van a cargar en estos malditos barcos?
- Gardiner ya está receloso con nosotros, no le demos más motivos para enfrentarse a nosotros - se había quedado con las ganas de soltarle una fresca a ese empresario de tres al cuarto pero la mera reacción ya era en sí mismo una revelación importante, nunca les aceptarían en ese club...era más de lo que aparentaba.
Un ligero paseo más por el puerto privado del club del yate lo único que demuestra es que estas tres naves están haciendo hueco en las bodegas, acabando el trabajo en ellas para cuando los barcos ya parecen preparados para partir sin nada innecesario que los sobrelastre. En ese momento, tanto los trabajadores (personal del club sin duda) como los propietarios se dirigen hacia el edificio principal de nuevo, los segundos a la sala de fumar. Un paseo más por el edificio y un intento de charlar con los miembros vuelve a dar resultados infructuosos. Las respuestas no son maleducadas, al menos no tanto como las del propietario del Moonlight Shadow, pero si poco informativas en general. Con la indicación de que no sois bienvenidos en el club que ya os han dado unos minutos antes en los muelles, no hay que ser demasiado inteligente para ver que los otros miembros rehuyen hablar demasiado con vosotros, aunque con bastante más clase y etiqueta.
El día avanza lentamente, y Maxwell Finch os había hablado de un encuentro en un almacén del puerto en Arkham. Quizás va siendo hora de ir saliendo ya de Kingsport, especialmente si tengo que dar el rodeo para pasar a saludar al juez Hargrave, piensa Sheridan. Dicho y hecho, tras extender una invitación para visitar al juez a Carrington, ambos se montan en el coche e inician el regreso hacia Arkham.
Ya es casi el anocher cuando aparcáis el coche ante la casita del juez, al picar el timbre el mismisimo Jonathan Hargrave os abre, vestido con un batín rojo. Jonathan es mayor, y no está muy alejado de la jubilación; sus rasgos son duros con los rasgos bien marcados por hueso, unos ojos azules punzantes como el hielo, el pelo totalmente blanco bien conservado y las arrugas haciendo caer algo de pellejo de su cara. Una sonrisa de bienvenida alegra su mirada al posar sus ojos sobre Sheridan.
- Mi querido amigo, ¡no esperaba que fueras a llegar tan tarde! ¡Y aún menos en tan ilustre compañía, el joven de los Carrington nada menos! - dice, animandoos a entrar a su comedor. Claramente es un tipo que sabe a quién debe conocer en la alta sociedad, porque pese a que Carrington no le hubiese visto en toda su vida el juez lo reconoció instantáneamente - Desde que eras así de pequeño, que no te había visto; dale recuerdos a tu padre de parte mia, te lo ruego. Sheridan, ¿cómo va todo?
Ya que parece que no tenéis nada más que hacer en el club del yate, os muevo a la conversación con el juez Hargrave que Sheridan quería tener, y con este último turno ya acabamos la escena, que así os junto a todos ya en los muelles.
La visita a Kingsport me ha dejado un mal sabor de boca. Si bien hemos podido comprobar que hay allí más de lo que parece a simple vista, tengo la sensación de que aún es más lo que no hemos llegado a descubrir.
La relación entre personas que aparecen en los documentos de Armitage y que, a priori, parecía imposible que se conocieran de nada, es otro de los aspectos que me causa un enorme desasosiego.
No hay mucho que podamos hacer a ese respecto, al menos por el momento, así que intento centrarme en lo que tenemos por delante, sin demasiado éxito. Observo a Carrington de reojo y me da la impresión de que se encuentra en el mismo estado de inquietud que yo; agravado, en su caso, por la implicación de su prometida y por el hecho de que hayan llegado hasta ella con tanta facilidad.
La idea que tuve hace un par de noches al hablar con la señorita Mort, vuelve a mi mente. Si esto continúa así, tendremos que plantearnos seriamente la opción de empezar a convivir unos con otros para vigilarnos e impedir que seamos blancos fáciles de quienquiera que esté manejando este turbio asunto.
La llegada a la residencia de Hargrave me tranquiliza un poco. Él siempre ha sido un ejemplo para mí, y me ha servido tanto de terapeuta como de consejero. Esperemo que hoy no sea una excepción.
Cuando él mismo abre la puerta, una sonrisa aflora a mis labios.
- Juez Hargrave, como siempre, es un placer verlo.
Aunque no soy muy dado a las muestras de afecto, lo abrazo ligeramente, y después me aparto para que salude a Carrington, a quien ha identificado de manera sorprendente, pues me atrevería a decir que nunca habían coincidido con anterioridad.
- Disculpe que nos presentemos a estas horas, pero el día ha sido de locos y nos ha traído de cabeza sin que hayamos podido hacer nada por evitarlo. - Cuando nos ofrece asiento, me recuesto levemente en uno de los sillones y acepto una copa de armagnac que al juez le traen directamente desde la región francesa del mismo nombre, en el sudoeste del país.
- Verá, profesor, - a veces, aún empleo el título con el que me dirigía a él cuando lo conocí - estamos inmersos en un extraño caso y pensé que, tal vez, pudiera usted arrojar algo de luz sobre él.
Le cuento, grosso modo, y sin revelar ningún dato sobre Armitage o las otras personas que colaboran con nosotros, el planteamiento general del caso. Donde sí doy detalles y me explayo cuanto puedo es en los "sospechosos" o, siendo políticamente correctos, "personas de interés".
Le hablo, en orden creciente de preocupación, acerca de Ongine, Gardiner, Aubert, Walsh y, finalmente, Kitrell. Sé que, probablemente, los conozca a todos; la clave estará en qué sabe de ellos que el resto del mundo desconoce y si ahí encontraremos algún hilo del que tirar.
Alexander estrecha la mano del juez a quien conocía de oídas aunque nunca hubiese visto. Le siguió junto a Sheridan al interior de la casa y esperó a que éste tomara la palabra. Sentado en un cómodo butacón de la sala de estar no podía quitarse a Abigail de la cabeza y empezaba a plantearse hablar con su padre, el gobernador, para que le pusiera protección o la enviara fuera de la ciudad mientras el asunto se resolvía ¿sería sensato sincerarse con su futuro suegro? La relación entre ambos era cordial pero no no habían profundizado lo suficiente y aunque éste aprobaba de buena gana el compromiso con su hija podía tener intereses cruzados con las, ¿cómo las había denominado Sheridan?, "personas de interés".
Agradeció la copa de coñac y dejó hablar a sus compañeros de reunión.
El juez escucha tranquilo la explicación, sin interrumpir en ningún momento a su viejo amigo Sheridan, sin ni siquiera acercar la copa de Armagnac a sus labios. Sus ojos no muestran expresividad alguna mientras analiza las palabras de Sheridan, sin querer juzgar las palabras de este mientras avanza en su historia. Solo cuando James parece haber terminado la explicación es cuando por fin sus ojos muestran una mirada de preocupación, y responde con voz tranquila
- Verás James, si te tengo que ser del todo sincerlo lo primero que pienso al escuchar toda esta historia es en una fantasmada. Viniendo de ti me sorprende: te tenía por alguien más cabal y serio con sus investigaciones. Toda esta historia esta basada en - aspea un poco sus manos en el aire, buscando las palabras adecuadas - humo. Esos documentos pueden haber sido fácilmente falsificados, pueden ser no más que una broma o incluso una trampa muy sofisticada. Su valor legal, como ya sabes, es completamente nulo; incluso como prueba circumstancial está muy cogido con pinzas. Y ya sabes que, cuando alguien quiere encontrar relación entre dos cosas, lo más probable es la propia obsesión del hombre encuentre una prueba de tal relación aunque sea inexistente. - Mira a Alexander - Espero que me perdone usted también, pero esta persecución me parece algo salido de la cabeza de alguien loco. Y quien persigue la locura no tarda también en caer en ella.
Deja la copa, aún sin tocar en la mesita que tiene a su lado, y se incorpora un poco de su asiento.
- Ahora bien, te conozco desde hace demasiados años James, y sé que cuando te obsesionas con algo eres como un sabueso protegiendo su hueso. Que te explique lo vacua que es tu empresa no va a servir de nada, así que antes que nada voy a darte un consejo profesional: tu supervisor no va a estar nada contento si sabe que estás dedicando los recursos del FBI a investigar a alguien tan influyente como Gardiner. Y mucho menos sin una causa probable, que dios me guarde si no sabes perfectamente que lo que me has explicado ahora está lejos de contar como causa probable.
Coloca su mano sobre el hombro de Sheridan, mostrando una cierta cercanía que demuestra que la dureza del discurso del juez viene basado en la preocupación por este.
- Ahora dejame comportarme como alguien que pese a todo quiere echarte una mano, y no solo como un antiguo mentor preocupado por la deriva de su joven pupilo. Hace menos de dos años, en relación a los desastres económicos que iniciaron el crack, se auditaron entre otros la fortuna de los Gardiner, así que puedo poner la mano en el fuego que están completamente limpios. Todos y cada uno de los centavos de su contabilidad estaban limpios, justificados y bien detallados. Durante unas semanas incluso se estuvo utilizando entre los jovenes del juzgado el apodo "Gardiner" para referirse a algo completamente transparente y limpio, para que te hagas a la idea. Claro, solo hasta el momento en que llegó a nuestros oidos y prohibimos de raíz tremenda burla a una família tan responsable. La cuestión es que no tengo duda alguna que Oliver Gardiner no tiene ningún negocio en negro, y su registro es de un ciudadano completamente ejemplar.
Se mesa el cabello reflexivo.
- Ojala pudiera decir lo mismo de los Kittrell. Una fortuna antigua, como la suya señor Carrington, es siempre difícil de justificar a nivel de contabilidad. Especialmente cuando una buena parte de los negocios viene de relaciones con el estrangero, China en este caso. Sin embargo, pese a compartir estos negocios con el estrangero la contabilidad de los Gardiner estaba mucho mejor detallada que la de Kittrell. Por suerte vivimos en un sistema democrático y no en el medievo, así que las acusaciones deben ser demostradas. No tengo constancia que se iniciase ningún proceso contra la familia de los Kittrell por este motivo. De lo que si tengo constancia es de varias demandas de paternidad por parte de chicas de clase baja contra el menor de los Kittrell, todas declaradas nulas por falta de pruebas, por supuesto.
- Del tal Ongine y Aubert, siento decepcionarte, pero es la primera vez que oigo hablar. No así de Walsh: cualquiera que haya abierto un diario los últimos años habrá leído su nombre más de una vez. He firmado ya varias ordenes de registro por almacenes que supuestamente albergaban negocios ilicitos, pero no hemos podido demostrar nada. - acto seguido sigue explicando las mismas generalides sobre sus negocios, y el asesinato de los soplones cuando intentaron ir contra él hace dos años, la misma historia que Ron había explicado anteriormente a Sheridan. - También hemos intentado ya dos veces infiltrar a alguien en su organización. Por favor, señor Carrington, entenderá que esta información es completamente confidencial. Las dos veces fallamos: dos buenos agentes de policia brutalmente asesinados, y sin pista alguna que implique a Walsh. Ves con cuidado James, hijo, si intentas ir tras Walsh. Creemos que debe tener a alguien infiltrado en la policía que le da los chivatazos.
La tarde se alargaba a medida que la conversación seguía, y ya debía ser prácticamente la hora de encontrarse con los demás en el almacén de los muelles. Una última advertencia del juez a Sheridan para que tuviese cuidado con lo que hacía, y que no confiase demasiado en esos documentos puso fin a la reunión, de donde ambos investigadores salieron en dirección al muelle.
A no ser que queráis hacer alguna última pregunta o petición, os llevo ya al muelle.
Escucho pacientemente las explicaciones y consejos del juez sin poder disimular algo de decepción en el rostro. No sé si la edad le ha ablandado, si realmente ve este asunto como algo ilusorio o si está tratando de protejer a alguien (puede que inlcuso a mí). Sin embargo, la duda me corroe; Hargrave es tan metódico y fiel a la ley que es muy posible que esté evaluando la información que le hemos dado como si de un juicio se tratara. En ese caso, la falta de pruebas, claramente le llevaría a desestimarlo, pero yo esperaba algo más de él.
Sonrío para mis adentros, dándome cuenta de que poco más vamos a poder obtener de esta visita. Exteriorizo mi sonrisa cuando el juez habla de mi supervisor; veo que no recuerda que ése es ahora mi puesto, y que sólo tengo que rendir cuentas al director de la oficina de la ciudad. Tampoco estoy empleando recursos del FBI, más allá de mi propio tiempo y algo de trabajo burocrático a cargo de las secretarias. Ah, la señorita Stevens y su sobria eficiencia...
Cuando habla de Walsh, sin embargo, la vieja chispa asoma a los ojos de Hargrave; se ve que tiene ganas de que alguien ponga a semejante malhechor en su juzgado para poder encargarse de él en persona.
Unos minutos más tarde nos despedimos del juez en el porche de su residencia, agradeciéndole su atención... y, aunque no fuera lo que esperaba, sus consejos.
- Gracias por todo. - Cuando nos dirigimos de nuevo al coche y está a punto de cerrar la puerta, me giro hacia la casa para exclamar: - Y no se preocupe, tendremos cuidado.