El viejo anticuario abandonó el mostrador y dio una vuelta por al tienda. Ahora que aquel estudiante se había esfumado, apenas pasaban algunos transeúntes que se detenían para contemplar el escaparate. Estaba completamente solo y eso le permitía esconder adecuadamente el tomo*. ¿Cómo podía causar tanto revuelo un objeto como ese? Su título resultaba tan sugerente como turbador, y, aunque todo el mundo parecía querer echarle el guante, nadie había podido darle dato alguno que pudiese desvelar sus misterios.
Cuando lo sostuvo de nuevo se le antojó pesado, pese a la liviana apariencia de su encuadernación. ¿Y qué era esa extraña congoja que sentía cuando lo tocaba? Negó con la cabeza. Será mejor que lo guarde en un lugar seguro, se dijo a sí mismo.
Una vez hubo guardado a buen recaudo el libro, comprobó el inventario. Allí encontró tanto todos los objetos y volúmenes que habían llegado junto a Las lágrimas de Azathoth. Tal y como esperaba, aquel tomo aparecía sin título. En la lista figuraban otros ejemplares que tocaban asuntos sobre esoterismo, pero también había estatuillas mesoamericanas y un par de máscaras de los indios hopi cuyos diseños geométricos le recordaban al símbolo de la portada.
*: ya me dirás más adelante dónde lo escondes, que para eso es tu tienda ;)
Dime, ¿cómo obtuviste este cargamento? ¿Fue mediante una subasta, una donación anónima o algo por el estilo?
Levi no tardó en encontrar un lugar inusual donde colocar el inefable volumen. Nadie esperaría encontrarlo en el único lugar de toda libre de antigüedades (el resto de la misma estaba abarrotado de ellas): Su pequeño despacho contable. El minúsculo cubículo contaba con un pequeño escritorio en el que el viejo judío guardaba sus libros de cuentas, y fue precisamente junto a esos almanaques donde ocultó el libro. Cerró el cajoncito con llave, aunque era un resguardo bastante torpe ante un posible ladrón. Eso si, le costaría encontrarlo si eso era precisamente lo que buscaba entre todas las cosas de la tienda.
A continuación volvió a la recepción y buscó la nota del envío en el que le había llegado Las Lágrimas de Azathot. No recordaba bien al remitente así que tuvo que buscarlo en el documento.
Vale. Allí estaba. Era un envío de una naviera que se dedicaba a recuperar naves y "reciclarlas" (es decir, desmantelar los barcos). Si. Allí Levi tenía a una amiga llamada Reinalda Von haschen que trabajaba dentro de esta naviera y se dedicaba a vender en nombre de la misma cualquier clase de muebles u objetos que encontraran en esos barcos. Recordó que en su momento esta le había comentado que había bastantes objetos de valor en un yate y le preguntó a Levi si estaba interesado en ellos. Y este por supuesto negoció un trato por el lote completo.
Al parecer se había encontrado a la nave de recreo abandonada y sin tripulación en medio del Alántico Sur; completamente intacta y con las velas plegadas. Al parecer el "Santa Cecilia Bonita" llevaba desaparecido desde hacía ochenta y cinco años, y perteneció a un exitoso linaje de empresarios mexicanos cuya última representante viajaba precisamente en esa nave junto con un par de subalternos, cuando se le dio por desaparecida el siglo pasado.
Una de tantas historia curiosas historias que se repiten a lo largo de la historia sobre el extraño fenómeno de naves marítimas que desaparecen sin dejar rastro pero que son encontradas abandonadas e intactas desde semanas hasta años después del momento de su desaparición.
No sé que hacer a partir de aqui. Posibilidades:
1 - Esperamos a que aparezca en la tienda...
... o bien "el tío OED" en busca del libro que desea regalar a su "sobrino".
... o bien nuestro amigo Alexander Austin Carrington III
2 - Levi se dirige a la universidad buscando a un "amigo" experto en objetos mesoaméricanos y le menciona lo de su último paquete (objetos hopi y mesoamericanos y el libro de Las Lágrimas de Azathot. Esto (como posible gancho para toparnos en la Universidad con el grupo de Pjs.
Después de tomar el almuerzo con su esposa, Shamuel Levi regresó a su querido anticuario. A esas horas, sobre las tres de la tarde, algunas parejas adineradas solían acercarse para examinar muebles neoclásicos estilo Luis XVI o chucherías por el estilo. También se acercaban artistas que solicitaban fetiches africanos, estudiantes de arqueología o simplemente curiosos que pasaban para echar un vistazo. Aquella tarde no fue diferente, y el viejo Levi atendió a cada uno de ellos con la mejor de sus sonrisas.
Entre cliente y cliente, solía quitar el polvo de algunas piezas con sumo cuidado. Prácticamente se había olvidado de aquella insólita mañana cuando sonó la campanilla. El reloj de pie danés que se erguía con porte aristocrático cerca del mostrador, y que databa del siglo pasado, marcaba las cinco y media.
El hombre que entró era el perfecto dandi de finales del siglo pasado. Iba vestido con un traje de tweed gris que le quedaba abultado debido a su figura fofa y torpe, y un bombín ceniza. Un fino bigotillo se posaba perezosamente sobre unos gruesos labios. Sus ojos lo inspeccionaban todo con descarado interés, tan abiertos que parecían mucho más saltones, prácticamente sin párpados. La arrugada papada se hinchó ligeramente cuando comenzó a hablar.
—Buenas tardes, señor Levi. Soy Phineas Wilken. Le llamé esta tarde por el libro, ¿se acuerda?
Aunque su tono había sonado cordial y el acento inglés era impecable, había un timbre repelente en su voz. ¿Por qué era tan grave? Shamuel lo había achacado a la habitual distorsión del aparato telefónico, pero ahora que la oía en persona le resultaba todavía más desagradable.
—¿Y bien? ¿Dónde lo tiene? Me gustaría tenerlo entre mis manos lo antes posible —lo apremió mientras se apoyaba pesadamente sobre un gastado bastón de ébano.
Carrington se va a tomar un día de descanso y aprovechará para intentar alejar a Abigail de todo el barullo. Vamos a decantarnos por la segunda. Si quieres te dejo a ti el gancho, sino te lo improviso yo. No sería extraño que tuvieses algún contacto con Cyrus Llanfer. Un aficionado al ocultismo debería saber que en la biblioteca de la Universidad Miskatonic guardan a buen recaudo libros prohibidos que requieren de ciertas condiciones o un permiso especial para ser consultados.
Muy bueno el recurso del barco extraviado, por cierto ;)
Pega muy bien con la historia.
Voy a abrir la escena grupal de nuevo. No sé si quieres escribir en ambas escenas, pero como probablemente acabemos pronto esta, te introduciré más tarde.
—Claro, por supuesto señor Wilken. Pero primero hablemos de dinero. Por cierto, su apellido me suena familiar, ¿es usted de los Wilken de Springfield o de los de New Bedford? Yo diría que de los de Bedford, ¿me equivoco? Je, je, je...—
Con todas las vueltas que le estaba dando el dichosos libro, la curiosidad de Levi iba en aumento. —En verdad es un libro de lo más extraño. Tuve un pequeño accidente con él, pero no se preocupe, el libro no recibió ningún daño. Creo que intenté echarle un vistazo pero si le digo la verdad no recuerdo bien de que trataba. Dichosa edad. Y sin saber cómo clasificarlo no sabría muy bien cuanto pedir con él, aunque puedo hacerme una idea viendo el entusiasmo que han puesto en él usted y su sobrino, y eso que acabo de adquirirlo. ¿No sabría usted recordarme de qué trata el dichoso volumen?— Se dirigió hacia su despacho con una parsimonia enorme mientras no dejaba de parlotear . —Es por aquí. Sígame, por favor— Levi intentaba ser de lo mas cordial aunque seguramente al impaciente individuo le sería de lo más frustrante la actitud del anticuario. Aun así, Levi esperaba sacar durante el trayecto algo de información que saciara su curiosidad sobre el volúmen.
Gasto 1 punto en la habilidad de Regatear como "habilidad social" para intentar sacarle algo de información al Whilli Fog este sobre el libro (o sobre su persona). Supongo que no es el uso habitual pero si cuela...
Pues si. Queda bien que, aunque no se conozcan, Shamuel Levi haya oido hablar de Cyrus Llanfer como alguien experto en "libros extraños", algunos de los cuales se guardan en al Universidad de Miskatonik. Y que en su afán de saciar su curiosidad Shamuel Levi acuda a la universidad en busca de Cyrus para hablarle sobre Las Lágrimas de Azathot y preguntarle si sabe algo mas sobre ese volumen. Y como Cyrus Lanfer ya habrá oido hablar de ese libro de labios del grupo de Pjs digo yo que...
El señor Wilken hinchó el pecho como un palomo.
—Ah, no me extraña que mi apellido le resulte tan familiar, señor Levi. Los Wilken somos una de las familias más antiguas de Nueva Inglaterra. No es difícil rastrear nuestro árbol genealógico por todo el norte de Estados Unidos, incluso algunas ramas que todavía quedan por la vieja Europa —contestó con orgullo.
Siguió al señor Levi por la tienda, moviéndose pesada y torpemente. El anticuario lo achacó al sobrepeso de su cliente. Había algo de cómico en su forma de bambolearse, como una morsa bípeda fuera del agua, aunque procuró disimular su sonrisa para no ofenderle.
—Las lágrimas de Azathoth es un libro de poesía bastante rato. Una auténtica y exquisita obra de arte de la que apenas se conservan ejemplares, pero se sabe que contiene una temática mitológica muy sugerente. Yo también soy un bibliófilo, pero un tomo de mediados de siglo XIX no es más que una chuchería para mí. Mi campo de predilección son los incunables de finales del siglo XVI a mediados de siglo XVIII; tratados de medicina y otras ciencias, en su mayoría. La poesía es más del interés de mi sobrino.
Era evidente que Phineas Wilken se esforzaba por mantener un tono cordial, pero no podía evitar resoplar y rezongar por lo bajo. Comenzaba a perder la paciencia.
Perfecto. Pues si quieres, puedo introducirte ya en la escena grupal y ya te desenvuelves.
—Su sobrino. — Continuó la linea de conversación que el cliente había dejado en el aire.— Estuvo aquí en la tienda. Un joven de lo más amable, por cierto. En verdad lo pasé mal cuando le dije que yo tenía el libro en la tienda pero que no podía vendérselo. Parecía muy angustiado, el pobre. Pero no se preocupe, mantuve la pantomima en todo momento, tal y como acordamos. Le hablé de un comprador anónimo con las siglas que usted me proporcionó. Una lástima que no pueda ver el gesto de satisfacción de su sobrino cuando usted le regale el volúmen.— Entraron en el despacho, ausente de toda antiguedad. Una vez allí Levi se dirigió hacia el escritorio. — Aquí lo tenemos.—
Levi abrió el cajón en el que estaba el libro, oculto bajo los otros libros de cuentas en ese mismo cajón. Extendió la mano para coger Las Lagrima de Azathot pero, entonces, se detuvo. Mantuvo el brazo en el aire un segundo, al recordar el momento anterior en el que creyó que el libro le mordía.
Entonces, con el brazo aún extendido, miró al otro hombre a los ojos. La Expresión de Levi indicaba claramente que algo el preocupaba o iba mal. Shamuel Levi se retiró un par de pasos entonces, expectante, a una posición desde la que tendría un buen plano del momento en el que Wilken cogiera el libro.
—Eh... Ahí lo tiene.. cójalo usted mismo. Está justo debajo de ... esos dos libros de cuentas del cajón. — Fue un momento incómodo. No es que fuera malicioso, pero Shamuel quería ser testigo de si el libro "mordía" a Wilken también o no.
Punto de Regater restado. La reserva actual de Regatear pasa a cero.
El señor Wilken sonrió maliciosamente.
—Veo que ha actuado usted con suma diligencia, señor Levi.
Con cuidado, extrajo un pañuelo de seda del bolsillo interior de la chaqueta. En ese momento, Levi se percató de las manoplas que llevaba su cliente. El otoño ya comenzaba a amarillear las hojas, pero no hacía tanto frío como para llevar guantes. Phineas procedió a levantar el libro con gran delicadeza. Lo observó con curiosidad y le dio la vuelta entre sus manos enguantadas, con cuidado de no abrirlo accidentalmente.
—Este es, sin ninguna duda —dijo al finalizar la fugaz inspección, procediendo después a guardar el libro en un sobre y este en su maletín—. Dígame, ¿cuánto le debo por el libro y las molestias?
El punto gastado le ha tirado de la lengua, pero puedes hacerle una pregunta más si quieres. Al fin y al cabo, ahora se muestra más receptivo.
El gesto de Levi era todo un poema. Miró al señor Wilken con el gesto fruncido. ¿Era esto una mera casualidad o este hombre estaba ya muy al tanto de cómo debía tratar Las Lágrimas de Azathot?
Ante la pregunta sobre el estipendio, acostumbrado a estas lides Levi sólo tuvo que pensarlo un segundo antes de de darle una cifra justa y adecuada. Pronunció esta en voz alta y clara para que el señor Wilken la entendiera perfectamente y que Levi no tuviera que repetírsela (lo cual siempre era un gesto incómodo para cliente y tendero de producirse).
—Señor Wilken. A pesar del poco tiempo que ha pasado ese volúmen en mi tienda, creo que recordaré su presencia en mi negocio por mucho tiempo.— Dudo unos momentos, no sabiendo si continuar, antes de decidirse a añadir: —Espero que no me tome por un loco, pero han sucedido un par de eventos extraños mientras ese libro estaba aquí. Yo... creo haberlo echado un vistazo a su interior, pero ahora mismo no recuerdo nada de su contenido. Además... Ocurrió otra cosa muy, muy, cómo decirlo. No sabría explicarlo. — No se atrevió a comentarle a aquél desconocido lo de que creía que el libro le había "mordido". Puede que el tratamiento que el señor Wilken había tenido para con el libro (manoplas, pañuelo) tan solo tuviera que ver con que el hombre fuera un maniático o muy cuidadoso con las antigüedades.
—El asunto es que... me he quedado fascinado por la obra. Me produce una suerte de repulsión e interés a la vez, y tengo un ansia increíble de saber más sobre ella. ¿Cree que una vez le haga el regalo a su sobrino podría hablarle a él de mi para... no se... tomar algún día un te juntos y hablar sosegadamente sobre el contenido del libro?—
Tampoco quería presionar al hombre, pero sentía fascinación por los objetos del pasado, y aquél en concreto parecía muy especial..
—Debo confesarle que el pasado me interesa tanto como a usted, y deseo desentrañar los secretos de esta misteriosa antigüedad. Por poner sólo un ejemplo, esos motivos nativos de su portada, y el hecho de que se hallara entre otros objetos hopi... ¡Tengo tantas preguntas!—
—Bueno, mis contactos me dieron algún que otro dato —comenzó a explicar—. Pero solo sé a ciencia cierta que el libro fue escrito a mediados del siglo pasado. Ni siquiera sé su nombre, aunque sí algo de su contenido. Nada que no le haya dicho ya. Respecto al cargamento que describe, lamento no poder darle demasiado información; tan solo algunas conjeturas. Es posible que perteneciese a algún coleccionista como yo. Quizá a algún detective de libros, o cómo se llamen. Si yo fuese un buscador de rarezas, también me habría fijado en este pequeño ejemplar —dijo acariciando el maletín—. Aunque también he oído rumores, pero no es algo que deba preocuparle ya. Imagino que estará al tanto de las leyendas negras que circulan en torno a tomos malditos y toda esa clase de majaderías para novelistas de terror.
El señor Wilken sonrió satisfecho y le estrechó su mano enguantada al anticuario. Ahora que lo tenía más cerca, notó el olor de un fuerte perfume. Demasiado salado para el gusto de Shamuel.
—Bueno, ya es hora de que vuelva a mis asuntos y le deje a usted con los suyos. Prometo ponerle en contacto con mi sobrino acerca del libro. Comprendo perfectamente que haya despertado su interés, y estoy seguro de que el muchacho apreciará poder discutir con alguien sobre poesía, misterio y esas cosas. Ya tengo su número y su tarjeta de visita. Que tenga un buen día.
La campanilla volvió a sonar suavemente cuando abandonó la tienda.
Asintió a las palabras del señor Wilken antes de despedirse de él. Estaba deseando tener esa conversación con su sobrino.
El asunto del libro le seguía escamando. Por un lado le hubiera gustado quedarse con él, pero sabía que no era lo correcto. Además, ¿qué hubiera hecho con él? Y en cierto modo el volumen le suscitaba cierto temor debido a los extraños acontecimientos acaecidos al manipularlo.
Sin embargo, seguía teniendo interés en averiguar mas sobre ese libro. Levi siempre había sentido atracción por los mitos hebreos y los secretos oscuros de la cábala, y en cierto modo este texto tenía ciertos paralelismos en cuanto a ocultismo con esos misterios judaicos.
Pensó que quizás un experto en volúmenes antiguos podría darle algo más información sobre el inusitado objeto. Enseguida pensó en el profesor Cyrus Llanfer, de la Universidad Myskatonik. No es que le conociera personalmente, pero había oído hablar mucho de él e incluso creyó verle alguna que otra vez curioseando por su tienda en busca de algún libro de viejo.
Desde luego, no iba a cerrar prematuramente dejar la tienda a solas. Esperaría al día siguiente, en el cual era uno de los dias en los que libraba y cerraba la tienda *.
* Escusa barata.
Creo así que ya enlazaríamos bien con la escena general.
Shamuel regresó a su hogar sin el menor contratiempo. Había sido un día realmente extraño, pero con un sabor agridulce que lo acompañó hasta el final. Sentía gran curiosidad por aquel tomo, aunque debía reconocer que había algo inquietante en él.
Esa misma noche volvió a soñar con el trono negro. Las notas de la flauta del rey le atravesaron, etéreas, haciéndole consciente de su propia desnudez. Se sintió frágil, como hecho de un cristal muy ligero que flotaba en la noche sin estrellas. Shamuel Levi respiró hondo y comprendió que quizá él mismo no era más que una vibración. Una emanación del monarca ciego.
Cuando despertó lo hizo con suavidad, como si no hubiese despertado del todo. Se levantó para lavarse la cara y su reflejo le devolvió a la realidad. Era Shamuel, el viejo Levi. Anticuario. ¿Cómo podía haber dudado de su propia existencia? Quizá un café me venga bien, pensó.
Fin de la escena.
Levi siempre había sentido atracción por los mitos hebreos y los secretos oscuros de la cábala, y en cierto modo este texto tenía ciertos paralelismos en cuanto a ocultismo con esos misterios judaicos
Efectivamente, pero eso lo descubriremos más adelante ;)
Creo así que ya enlazaríamos bien con la escena general.
Me parece perfecto. A ver si los demás se animan y comentan lo del libro o tendré que hacerlo yo a través de Sheridan xD