Partida Rol por web

Max se frotó los ojos. Estaba agotado, pero los acontecimientos de las últimas horas lo mantenían tan alerta como un cervatillo apunto de echar a correr. Tampoco habría sido aconsejable ceder ante los brazos de Morfeo en un momento como aquel. El motor de su coche rugía por las calles desiertas de Arkham, y sus faros hendían despiadadamente la noche como un par de cuchillos. En contraste, la respiración de Mickey, que yacía recostado en el asiento de atrás, sonaba mucho más tranquilo. Carrington y Sheridan se habían ofrecido a llevar a Dorothy, que parecía obstinada en cuidar del desquiciado Kowalsky. Él propio Max lo había preferido así. Sus compañeros debían descansar, pero él todavía se sentía culpable por lo que le había pasado al bueno de Mickey.

Tenía que llevarlo a un lugar seguro. ¿Pero a dónde? ¿Y qué haría después? Todavía no era capaz de olvidar lo que había tenido que hacer en aquel arrecife[1]. Una parte de él le decía que tenía que pensar en ello como en la guerra, pues luchaba por su propia vida y la de sus amigos.

Lo primero era ayudar a Mickey, después ya hablaría con Sheridan.

La mente de Max procuraba centrarse en el momento, en la conducción, en sus alrededores, en el pobre Mickey que yacía en la parte trasera del coche y en pensar cómo solucionarlo todo. No sólo era lo más eficiente, es que era lo más cuerdo. No quería por nada del mundo volver a rememorar todo lo ocurrido. Sólo existía el coche y qué hacer con su joven compañero.

Lo cierto era que lo primero que había pensado el veterano periodista era llevarle a su apartamento, pero había desechado la idea enseguida. Transportar un hombre negro desnudo hasta su piso no era lo más conveniente si le veía algún vecino y atraería demasiado la atención.

Luego estaba el hecho de llevarle al hospital de St. Mary pero... ¿qué tipo de explicaciones dar? Casi sonrió al imaginarse la escena: "Si Doctor, verá, le he rescatado de un peñón en medio del mar y sin nombre, de ser objeto de un ritual llevado a cabo en medio de una orgia deleznable y después de haberle suministrado a saber qué drogas..."

Seguramente acabarían los dos en el manicomio... Y a lo mejor no era mala idea. No se sentía nada bien, ni física, ni mentalmente, pero debía seguir. Por lo que había visto, por su promesa al Doctor Armitage y por sus compañeros. Por primera vez en años tenía una serie de pistas tan increíbles como certeras. Siempre había sospechado que algo oculto se cernía sobre la gente y empezaba a ver que no sólo era una corazonada o las frases inconexas de su amigo el Doctor.

Asi que finalmente, tras dar un par de vueltas, decidió que el mejor lugar, era la casa de 'Striker', el padre de Mickey. Sabía que el antiguo bateador era capaz de darle una paliza pero... ¿quién mejor para encargarse del joven? Lo de 'Striker' había sido una desgracia. Aún recordaba con cierta nostalgia los tiempos en los que había colgado los guantes para dedicarse a cubrir eventos deportivos. 

En aquellos años Samuel Johnson, apodado "Strike" por su increíble potencia de golpeo, había sido uno de los primeros hombres de color en conseguir un puesto en un equipo de primera categoría. Había sido todo un hito. El mejor jugador y el peor pagado. Ya entonces Max había sido uno de esos tipos raros que no veía diferencia por el color de su piel, pero muchos de sus conciudadanos seguían teniendo prejuicios. Los artículos de aquella época reflejaban la realidad: que Samuel era uno de los mejores. Recibió numerosas críticas e incluso alguna nota de "Eres un jodido amigo de los negros". Pero nadie nunca se atrevió a decirselo a la cara. Todo el mundo conocía el pasado pugilístico de Max y que no era una persona con la que meterse de forma directa a no ser que quisieras perder un par de dientes en el proceso.

Aquel tiempo quedaba ya muy atrás. Maxwell había cambiado el deporte por la que sería su pasión durante una década: la gran Guerra. Después de aquello, al regresar de nuevo al hogar, le llamó la atención el declive de Samuel. El trágico caso de la muerte de su mujer fue uno de tantos de los que empezaron a arrastrarle a aquel submundo de casos sin resolver. Desgraciadamente, aunque Max había intentado ayudar al antiguo bateador, sus pesquisas de poco sirvieron y finalmente llegaron a un punto muerto. 

Sus caminos se dividieron para años más tarde encontrarse con un joven Mickey en el periódico. Un chico despierto, inteligente y con ganas de trabajar como periodista, a pesar de ser el menos pagado de toda la redacción. Como su padre, le importó poco lo que dijeran de él. Siguió su instinto... pero lo peor es que le había cogido a él, "a él", como un ejemplo a seguir.

Había que reconocer que a Max eso le llenó de orgullo. Maxwell Finch, el periodista que había sido encumbrado durante años y luego vilipendiado y echado a las cloacas por querer meter la nariz demasiado en asuntos "que no convenían".

Volvió a lanzar otra mirada por el retrovisor para ver al chico... Si, está claro que no he sido un buen ejemplo. Sólo esperaba que Samuel le recibiera bien, porque ya estaba muy cerca.

Finch detuvo el coche, tomó algo de aire, resopló y bajó del coche dispuesto a enfrentarse con "Striker". Si fuera él, seguramente no se tomaría demasiado bien lo que había venido a decirle. Confió en que nadie molestaría a Mickey dentro de su coche y llamó a la puerta, volviendo a coger aire y tragando saliva. No sabía ni qué hora era, pero seguramente le asustaría.

Samuel se despertó sobresaltado cuando sonó el timbre de su casa. Una botella de whisky se deslizó desde su barriga hasta el suelo, dringando varias veces hasta que -ella sí- pudo continuar su sueño en la moqueta.
El timbre resonó en las estancias semivacías del casoplón, hasta que finalmente enmudeció. 
Al principio Samuel no sabía dónde estaba. Por un momento pensó que se hallaba de nuevo en los pisos subterráneos de ese templo dónde habia desaparecido su mujer.
Alguien volvió a llamar a la puerta del jardín y al negro no le quedó mas remedio que volver al presente.
Se levantó del sofá,  y sorteando toda clase de basura que había en el suelo se acercó a la puerta.
La luna se filtraba con fuerza  por entre las persianas a medio bajar, pero se podia ver con claridad un gran dedorden en el comedor, y que Samuel de hecho se había quedado dormido con pantalones y camiseta de tirantes. 
Abrió la puerta de su casa, cogió el bate de beisbol que descansaba a su lado y salió hacia el exterior.
-¿Quien va a estas malditas horas? -dijo con voz fuerte.
Samuel entrecerró los ojos pero no logró ver mucho. Estaba oscuro, su cabeza estaba embotada por el alcohol y además el jardín lo tapaba todo. Desde que había despedido al jardinero varios años atrás,  esos breves metros que separaban la verja exterior de la puerta de su casa eran un camino de maleza, ramas muertas, espinas y hogar de toda clase de insectos reptantes.
Cuando Samuel se acercó, vio efectivamente un hombretón allí afuera, esperando.
'Joder, quien será ahora'
-¡Te advierto amigo que no estoy para bromas! ¡Ahora verás,  joder!
De repente Samuel sintió que se estaba enfadando, que eso en particular que le ocurría ahora, lo jodía hasta lo más profundo.
Era algo que le ocurría a menudo desde la desaparición de Constance. Una rabia inmensa emergía desde su estómago y lo controlaba por completo.
-¡Te vas a enterar si te crees que esto es divertido para ti!
El exbateador dio las últimas zancadas con el  palo en ristre. Aunque la figura que lo esperaba allá impávido era también enorme.como él mismo, Samuel no se amilanó. 
De repente un rayo de luz plateada baño la pétrea cara de Finch. Su cara delataba que no, que no estaba allí gastando ninguna broma pesada.
Samuel se quedó como congelado.
-Pero qué ... por todos los santos, Finch. ¿Eres tú? ¿Qué diantres haces...
Hacía años que no lo veía,  de hecho las últimas veces que había oído sobre él era porqué. ..
-¡Mickey! ¿Dónde está Mickey? ¡¿Acaso le ha ocurrido algo?!

- ¡Tranquilo "Striker"! Está en mi coche, está bien... pero necesita tu ayuda -dijo Max con tranquilidad. Lo cierto es que el hombre de color le había dado un pequeño susto al aparecer con el bate en la mano.- Ayúdame a meterlo dentro y te explicaré todo... de verdad.

La sorpresa de Samuel debió ser mayúscula al ver el estado de su hijo: desnudo salvo por la ropa que había encontrado Max para cubrirle, completamente "ido" y tembloroso...

El veterano periodista intentó usar sus mejor labia para tranquilizar al bueno de su padre una vez que el chico ya estuvo dentro de casa y salvo.

- Estaba investigando un caso muy raro Samuel, uno muy parecido al de tu mujer. Mickey se enteró y quiso ayudarme... ya sabes cómo es. Sólo le pedí un encargo fácil... que hiciera un par de averigüaciones sencillas... pero... esa gente quería a alguien para un sacrificio y se fijaron en él...

Max relató brevemente cómo habían metido al chico en un barco y cómo había tenido que ir tras él con ayuda de otros compañeros. No fue un relato épico, más bien, humano. No quería darselas de héroe porque, en primer lugar, Mickey estaba así por su culpa. Y no lo ocultó.

- Se reunían en un maldito islote y cuando le encontramos Mickey estaba... rodeado de una especie de... cultistas. Se que es una locura, pero le habían drogado y querían hacer una especie de... sacrificio con él. Por suerte tenía gente valiente a mi lado y un federal. Fue difícil pero nos abrimos hueco hasta él y le sacamos de ahí.

Suspiró. No necesitaba dar más detalles salvo... Eran gente muy perturbada, ayudada por gente importante de la ciudad, asi que no puedo ir al hospital. Estoy... No... Me siento realmente mal por todo esto Samuel. Sabes que siempre te he admirado y, en cierto modo, Mickey también se había ganado mi admiración y respeto. Este trabajo es a veces muy ingrato, la verdad a veces es demasiado horrible y hay gente que hará lo que sea para mantener las mentiras. -elevó los hombros- No puedo por menos que prestarte toda mi ayuda. Créeme, se me ocurrió la idea de dejarlo en mi apartamento, pero creo que no es un lugar seguro... es más, es posible que te esté poniendo a ti también en peligro pero... -resopló- Perdona, ha sido una noche horrible. Una de las peores de mi vida... pero veo a Mickey, le veo a salvo y... pienso que ha merecido la pena.

Estaba claro que Max no tenía una forma de contar las cosas muy coherente en aquel punto pero ¿cómo iba a estarlo después de todo lo que había pasado?

El salón donde ahora discutían los dos hombres estaba pobremente iluminado. Un par de luces encendidas por aquí y por allá parecían insuficientes como para abastecer una estancia tan grande.

Los dos hombres discutían ahora sentados en una gran mesa redonda, absolutamente llena de papeles y mapas. Formaban parte de las investigaciones que tenían febrilmente ocupado a Samuel, pero que ahora había apartado de un manotazo para poder hablar con Finch sin molestias de por medio.
A Mickey lo habían dejado tumbado en el sofá, después de curarle algunas heridas y de hidratarlo lo mejor que habían podido. Parecía muy maltratado, pero su padre respiraba más o menos tranquilo en cuanto a su pronóstico.
En las paredes había abundantes noticias de periódicos clavadas con chinchetas. Sobre todo de personas desaparecidas y de extraños cultos religiosos, pero también de otros asuntos más variopintos, como avistamientos de criaturas volantes o de accidentes inexplicables.

También se podia ver como en algunos sitios de la pared faltaban cuadro. 
Lo único que parecía estar limpio y en buen estado era un improvisado gimnasio que 'Strike' se había montado en la antigua habitación de billar. Maxwell no pudo evitar fijarse en el saco de boxeo que colgaba del techo.
Después de atender y abrazar a Mickey, el negro le ofreció asiento y una botella de whisky al periodista y luego le preguntó algunos detalles más de lo sucedido hasta ahora.
Samuel se quedó pensativo durante unos minutos hasta que finalmente rompió su silencio con un tremendo manotazo sobre la mesa.

¡BUM!

-¡Maldita sea!
¡BUM! -otro golpetazo.
-¡Joder!
Strike llevaba años siguiendo pistas que finalmente no lo conducían a ningún lado, iba dando palos de ciego por aquí y por allí, y ahora, ahora que por fin podía coger un rastro certero, resultaba que esa historia ponía a su propio hijo en peligro.

-¿Y ahora qué? ¿Crees que volverán a por Mickey? ¿Les interesa algo mi hijo o solo era un negro desgraciado  que pasaba por allí?
Esta vez no voy a dejar que los que intentar dañar a mi familia pasen de largo por delante de mi sin que yo no pueda hacer nada.
No, esta vez no lo voy a permitir. Me da igual lo que sea que pueda estar escondido al fondo de todo este asunto, Finch. Soy consciente de que hay gente poderosa aquí detrás, gente aborrecible y degenerada capaz de matar o de hacer cosas peores.
Pero está vez quiero ir hasta el fondo, y llevarme por delante cualquier cosa que encuentre por el camino.
Llévame contigo Finch, si es que tú vas a continuar con esto. Llévame contigo y te juro que cuando termine mi participación en ello, en la cuenta de ellos habrá más sangre que en la mía. Quiero joderlos hasta mi último aliento, man.
¿Qué me dices? ¿Me vas a presentar a esta gente con la que trabajas? No te voy a fallar, y además: sabes que me lo debes.

Samuel hablaba muy serio. A todas luces era un hombre que vivía en un descenso personal desde hacía años.

Finch no dejó pasar la oportunidad de tomar un trago de whisky. El fuerte licor entró por su garganta dejando tras de si una buena sensación. La mejor que había tenido en horas.

Luego se quedó algo sorprendido por la violenta respuesta de Samuel. Ciertamente, la pérdida de su mujer le había convertido en otra persona. Alguien con una ira prácticamente incontenible deseoso de encontrar un blanco sobre el que volcarla... y eso le convertía en un hombre peligroso porque ¿y si erraba su objetivo?

Pero en parte le entendía. En su caso había sido la muerte de Robert... Por supuesto, no era lo mismo perder a un amigo que perder a la mujer amada. Por eso él sólo tenía obsesión y sed de justicia, mientras que Samuel añadía a eso, la sed de venganza.

El viejo periodista se enjugó el sudor de la frente. Debía apestar después de todo lo sucedido.

Intentaré serte franco sin que me tomes por un loco. -empezó diciendo- Verás. Esta vez Mickey fue seleccionado porque se metió él a investigar más de lo que pedí... aunque ciertamente la parte de "desgraciado por ahí" también se añade. Iban a matar dos pájaros de un tiro. -inspiró- Necesitaban un sacrificio Samuel. Un sacrificio humano. Y si... había gente detrás de ese culto... Oliver Gardiner era su líder... ¿te suena? El presidente del club naútico de Kingsport y empresario importante de la zona. -tragó saliva con dificultad- Está muerto Samuel. Yo mismo le pegué dos tiros. Cuando vi lo que pretendía hacer... no lo pensé. Apreté el gatillo de la escopeta. Lo herí... y luego lo rematé.

Se pasó la mano por la cara un momento, volvió a secarse el sudor para luego quedarse con la mirada perdida. Yo... él... él ha traído "eso" a nuestro país Samuel... un culto horrendo a seres que viven en el mar. Seres que pueden rajarte las tripas con sus garras y luego te devoran vivo... Y lo había escondido todo con mentiras y montañas de dinero.

El FBI no ha considerado detenerme Samuel... pero tengo las manos manchadas de sangre. No es la primera vez que quito una vida. Dios sabe que la Guerra te obliga a ponerte en situaciones extremas pero... ya no estamos en Guerra... ¿o si? -Max parecía divagar demasiado, estaba yendo a la deriva mientras su mirada parecía perdida en sus propias manos...

-¿Y qué se siente Max? Dime qué se siente cuando con tus propias manos puedes quitarle la vida a la persona que tanto daño te ha causado.
¿Acaso no te sientes mejor ahora que sabes que el mundo se ha librado de esa maldita existencia?
Max quizás necesitaba un manotazo en la espalda para sacudirle de sus pesadillas, pero Samuel parecía hipnotizado con el sangriento final que el periodista le había relatado.
-Lo único que te puedo reprochar, viejo, es que si tú ya has matado a ese hombre, nada más me queda a mí por hacer.
Samuel se levantó de la mesa. Max parecía realmente apesadumbrado pero el negro no se daba cuenta de ello, o al menos parecía no darle importancia.
-Mira-le dijo señalando un recorte de diario colgado en la pared.
-Ven a mirar esta entrevista. Fue la primera que me hicieron en mi vida, y por eso aún la tengo aquí colgada en el comedor
En las paredes había tambien multitud de sitios que permanecían pintados de otro color mas claro, como si hubiesen estado tapados durante largo tiempo por unos cuadros y unas fotos que ahora ya no estaban allí.
-Este reportaje quizás me lo hicieras tú, quién sabe.
En ésta entrevista habló de mi primer contrato como jugador estrella. Hablo de mi mujer, que estaba embarazada y hablo de este país que me estaba dando una oportunidad para triunfar.
Y dime Max. ¿Qué me queda ahora? ¿Qué me queda ahora de todo eso?
¡Nada! ¡Todo se perdió en la inmensidad de esos pasillos subterráneos por donde oía gritar a mi mujer! Yo corría y corría tratando de encontrar su voz, pero de repente...
De repente todos los ojos del universo me miraron por un instante, y esa cosa, esa cosa que ya no puedo ni recordar porqué me vació el alma con su sola presencia, esa cosa me hizo saber de una manera que no consigo entender que mi amada mujer había sido transformada a un estado inmaterial. Que ya no existia de la misma forma en la que yo la había conocido, y de que el siguiente a sufrir eso iba a ser yo.
¡Corrí, Max! ¡Corrí hacia arriba como sólo un maldito negro de metro noventa puede correr! ¡Y cuando logré llegar al gran salón que daba acceso a la calle, tiré las lámparas de aceite al suelo y le prendí fuego a las cortinas!
Samuel se había girado ahora hacia el periodista. Tenía los puños cerrados con fuerza, con rabia. Si no fuera por la oscuridad imperante en la casa, se habría distinguido la lágrima que bajaba ahora por su mejilla izquierda.
-¡Cerré las puertas y dejé que los gritos del interior sucumbieran al paso de los minutos...
Y mi Constance...-ahora el negro se apoyó sobre los hombros de Finch, incapaz de contener su dolor- Mi querida Constance se quedó allí dentro, quién sabe si aún quedaba algo de conciencia humana en ella cuando fue el momento de sufrir las llamas...
De repente Samuel abrió mucho los obos, a escasos centímetros del periodista, aún sujetándolo por los hombros.
¡Llévame! ¡Continua la investigación y llévame contigo! ¡Alguien más tiene que pagar por lo que te han hecho a ti y a mi hijo!

Max tragó saliva mientras escuchaba a Samuel... quiso contestar, pero la efusividad del antiguo deportista se lo impidió. Por experiencia estaba acostumbrado a que la gente se desahogara, no al revés. Él desde luego no encontró demasiado consuelo en las palabras de Samuel... más bien estaba justificando el asesinato de Gardiner y, a pesar de todo, él no lo tenía tan claro.

Pero escuchar la historia del ex-deportista de forma tan vehemente le hizo reflexionar... Ahí estaba. Lo que había estado buscando todo aquel tiempo desde la muerte de Robert. Cultos que ocultaban seres de pesadilla. ¿Ese era el motivo por el que había tanta desigualdad entre los hombres? ¿Por que algunos vendían su alma a criaturas que habitaban en la oscuridad infernal?

Max se dió cuenta de que Samuel le miraba. Quería entrar en el equipo de investigación de Armitage. Tragó saliva pensando las consecuencias pero... ¿no tenía derecho a descubrir la verdad?

Samuel yo... no sé qué decirte. -resopló- Por un lado... por un lado necesitamos gente con tu resolución y motivación. Verás... todo esto que ha pasado esta noche no es... no es lo primero que nos hemos encontrado. Hace unos días, un viejo amigo, el Doctor Armitage, se puso en contacto conmigo para que le ayudara a resolver una serie de misterios. Mi sorpresa fue que a esa llamada llegaron otros amigos del buen Doctor... Un agente del FBI, un joven heredero, un prestigioso biólogo y una enfermera.

Gente variopinta pensarás... pero lo peor fue lo que el buen Doctor tenía que explicarnos... -Max empezó a contar a grandes rasgos la petición de Armitage y dónde les habían llevado sus primeras investigaciones. El ser de oscuridad, la investigación en el Sanatorio, la extraña droga que había tomado Kowalsky y su sueño, para finalmente conectarlo con lo que había ocurrido. Al terminar, Max volvió a resoplar.

Como ves, viejo amigo, esta tarea que nos pidió Armitage es mucho más complicada de lo que imaginábamos. Hoy hemos sobrevivido. Hemos salvado a Mickey pero... ¿a qué precio? El Doctor Kowalsky ha enloquecido y el resto estamos seriamente trastornados por lo ocurrido... y me temo que todo esto es el principio.

Suspiró. Lo cierto es... que si te digo la verdad no siento nada. Ese hombre al que he matado esta noche... Quizá se lo mereciera si pero... es sólo un mal menor. Esas criaturas Sam... les disparamos y ¡las balas apenas les hacían mella! Tú mismo lo has contado... criaturas que ni siquiera parecen tangibles, igual que el pozo de oscuridad que encontramos en ese almacen... ¿cómo se puede luchar contra eso? ¿Estamos preparados?

Volvió a suspirar. Personalmente lo seguiré haciendo... Soy así de imbécil y obsesivo. Seguiré en pos de la verdad hasta que la muerte me alcance porque de no hacerlo estaría recriminándome a mi mismo no hacerlo en la oscuridad de mis noches solitarias.

Pero me da la impresión de que sólo hemos matado una cabeza de la hidra. Dime Samuel... ¿estas preparado para esto? Es posible que estés arriesgando tu alma misma... y tú aún tienes alguien a quien cuidar -señaló a Mickey- Yo no tengo a nadie así en mi vida. La última se marchó dejándome sin blanca y sólo mi hermano, su mujer y mis sobrinos me soportan... Y quizá lo haga por ellos pero... no soy un elemento tan importante en sus vidas.

En serio Sam. Piénsalo bien. Es posible que no haya vuelta atrás y... me da miedo que tu sed de venganza te arrastre. terminó por comentarle tomándole por el brazo y dando así énfasis a sus palabras.

- Mi hijo Mike ya vuela solo, Max. Hace tiempo que dedica toda su energia al periodismo, y cuando tiene ganas de relajarse un poco ya no acude a su padre. Tendrá alguna novieta o yo que sé. 

No Max, por suerte el día que yo falte en éste mundo todo continuará rodando como si nunca hubiera existido. Y oye, ¿sabes qué? Que me alegro por ello. Al final sólo somos cucarachas que nacemos, nos reproducimos y luego nos morimos. Yo ya he hecho lo primero y lo segundo ¿sabes?, y ahora sólo me queda conducir por la última carretera.

Dices que en este asunto hay cosas demasiado fuertes incluso para las balas. Pues bien, entonces tendremos que quemarlo todo. A todo y a todos, hasta que solo queden nuestras cenizas.

Pero tú no te preocupes Maxwell, aun se distinguir entre amigos y enemigos. Los primeros son los que llaman de noche para traerme a mi hijo moribundo.

Si eso había sido una broma, Samuel no había sonreído al decirla, pero en cualquier caso quedaba resuelta la pregunta sobre si el negro quería realmente entrar en el raro grupo de investigadores.

Max torció el gesto. La resolución de Samuel parecía rallar la locura. Volvió a secarse el sudor.

Samuel. Eres un buen hombre. Pero esto no se trata sólo de quemar cosas... se trata de enfrentarse a mentiras o a cosas que no conocemos... y quizá no deberíamos conocer -elevó los hombros- Yo creo que si, claro... pero no todo el mundo puede estar preparado. Me da que la verdad es más horrorosa de lo que podemos imaginar. La cuestión es que... en nuestro primer encuentro con un ser de este tipo... el incendio que organizamos quemó un edificio de pisos de gente corriente. Mucha gente salió herida Samuel... algunos incluso perdieron la vida. Eran gente normal, como tú y como yo. No merecían eso... y nosotros lo provocamos por enfrentarnos a ese ser.

Entiendo tus motivaciones, pero no quiero dejar un reguero de cadáveres de gente inocente. Si me prometes que harás lo posible por contenerte y sacar tu ira sólo con esos seres o sus seguidores... hablaré de ti a mis compañeros para que te permitan entrar en el equipo. Bastantes cosas arrastramos ya y no todos son como yo. O sea, todos hacemos esto por lealtad al Dr. Armitage, pero después existen otras... motivaciones. La cuestión es que tu resolución puede chocar con algunos de ellos. Por ejemplo con el Agente del FBI. Es un hombre de ley ¿me entiendes? Puede hacer la vista gorda pero no nos dejará hacer lo que nos venga en gana. No se si me hago entender...

Max no estaba del todo convencido. Veía a Samuel como alguien demasiado radical. Y todo aquel asunto había demostrado que tendrían que tomar decisiones en frío.

Aunque jamás se lo diria en voz alta, a Samuel ya se le empezaban a hinchar las pelotas con tantas precauciones. Aun así, Maxwell tenía la llave de la negociación, así que él no podía hacer otra cas más que desistir.
Por otro lado también le resultaba evidente que el periodista estaba en pleno shock post traumático. El tipo hacía esfuerzos evidentes para mantener una conversación más o menos entendible, pero su mirada revelaba que en realidad estaba muy descompuesto. No era buen momento para presionarlo más de la cuenta.
-Esta bien, Maxwell. Si a tus compañeros les parece bien que venga contigo, me limitaré justo a esto, a acompañarte. Soy consciente de que me meto en algo muy gordo, quizás con consecuéncias penales o aún peor.

Sam dio unos pasos hacia el mueble bar y sacó otra botella de whisky -la anterior se había acabado-. Después de servir un par de copas más, continuó hablando, ahora con más calma.

-Me gustaria pensar que voy a tirar del hilo para descubrir a más gente que haya estado implicada en el secuestro de mi hijo, y más aun, me gustaría pensar que voy a encontrar alguna pista que relacione todo esto con lo que le ocurrió a mi esposa hace años. Pero sé que todo esto puede quedar en nada. Puede que simplemente siga navegando en la oscuridad como he hecho en los últimos años.
Soy consciente de todo esto, Finch, y aun así no quiero dejar escapar este hilo.
Así que te doy mi número de teléfono y ya me dirás algo. Has pasado una noche de lobos, y yo solo puedo agradecerte lo que has hecho por Mickey.
Mi hijo está vivo gracias a ti, Max, y eso es un favor que tan solo puede pagarse con otra vida.

Entonces el negro se dirigió hacia el armario del salón, que era casi el único mueble señorial que quedaba en la casa. Abrió las vidrieras y de allí sacó una pequeña cajita con cerrojo. La llave estaba justo al lado, así que en un momento ya estaba abierta.

-Mira, cuando me encuentro un poco peor de lo normal, me tomo esto. Quizá a ti te ayude también.

Max pudo ver como en la cajita habia un buen puñado de polvo blanco, junto a una cucharita y un tubito metálico.

-Ya se que el Congreso prohibió la heroïna hace poco, pero joder, los médicos la estaban recetando hasta hace casi nada. ¿No puede ser tan mala, no? A mi me ayuda, así que si la quieres, te doy toda la caja. Te veo muy hundido, Maxwell.

Max asintió cuando vio que Samuel entendía más o menos las condiciones. Tenía una balanza complicada de equilibrar. Por un lado estaba siendo testigo de la negrura en el alma de Samuel. Parecía demasiado consumido por su sed de venganza... Si ya habían cometido ellos errores ¿cómo no iba a cometerlos alguien impulsado por unos sentimientos tan negativos?

Pero claro, por otro lado, aquel otrora buen hombre, necesitaba una oportunidad para llevar a cabo su venganza. Y la justicia mundana no le iba a restituir todo aquello si su mujer había sido consumida por los poderes oscuros a los que se habían enfrentado.

No dijo nada en aquel momento, demasiado cansado y aterrado aún por todo lo que había pasado. No obstante, no pudo evitar dibujar una cara de sorpresa al ver la heroina encima de la mesa. Sacudió la cabeza. En sus viajes por el mundo y recorriendo los rincones más putrefactos de Estados Unidos, había visto lo que esas opiaceas podían hacer a un hombre corriente. Vaya, había visitado él mismo los extraños locales donde se practicaba el consumo público. Años atrás, él mismo lo había probado durante la guerra, con sus compañeros... pero... era una droga peligrosa. La Heroína era aún más fuerte.

Miró a Samuel... ¿tan mal estaba que necesitaba de la heroina para seguir adelante? ¿terminaría él igual? Negó con la cabeza y miró la botella de whiskey.

Necesito todos mis sentidos intactos... si no puedo dormir... recurriré al método de la botella. -comentó. No era la primera vez que ahoga las penas en alcohol. Algo peor para su higado pero quizá no tan adictivo.

Resopló. Lo de esta noche ha sido... muy difícil. Quizá lo más difícil a lo que me he enfrentado. Gracias por todo... y no me des las gracias a mi por lo de Mickey... era... responsabilidad mía sacarlo de ahí. Después de todo estaba en el lugar equivocado porque yo le di información que quizá me tenía que haber guardado. -la culpa en Max era palpable- Si necesitais cualquier otra cosa llámame... y yo te llamaré a ti cuando hable con mis compañeros. Intentaré que te acepten. Esto no ha acabado... Me temo que sólo hemos empezado a arañar la superficie... me lo dicen las tripas. Y cuando la cosa empeore, será bueno tener a alguien con tu resolución al lado. -se levantó, le estrechó la mano con fuerza y sinceridad, para luego dirigirse hacia su casa. Necesitaba una ducha y descansar... o una botella al lado.

No obstante, mientras se marchaba y se decía asi mismo que creía que Samuel podía ser una buena añadidura al grupo, había ciertas dudas que se colaban en su cabeza como pequeñas moscas.