El café de la mañana te había parecido aguado. O quizás es que aún tenías la cabeza dándole vueltas a lo sucedido la noche anterior, y por eso no conseguías notar el fuerte gusto del café italiano que habías tomado de buena mañana, antes de salir hacia las oficinas del FBI. Pero de seguro que hoy el café había salido aguado. Y flojo.
Las oficinas de la agencia bullen de actividad a buena mañana. Claro, que bullir de actividad en aquel edificio no era más que una docena de agentes durmiendose en sus mesas realizando papeleo a mano, dos secretarias tecleando parsimoniósamente con sus máquinas de escribir, y una tercera trasladando archivos de un estante a otro en la otra punta de la sala de trabajo. A un lado, el agente Ron Cutting se sirve patosamente de una jarra de café hirviendo "Ey James, ¿un poco de café?" dice, seguido de un bostezo.
Ron era un tipo entradito en carnes, de unos 60 años ya. Llevaba en la agencia federal un par de décadas, desde cuando simplemente era una agencia puramente burocrática hasta la actualidad, y era un experto en seguir rastros de dienero. Un verdadero sabueso, en este sentido. También un buen hombre, pero no había terminado de adaptarse bien a los nuevos tiempos: nunca llevaba su arma encima, ni se acostumbraba a ir detrás de criminales de verdad. Aunque jamás se quejaría en público de ello. Y, si tu memoria no te fallaba, era el agente al cargo de alguna investigación que pudiera haber abierta contra "Diamond" Walsh.
- Buenos días a todos.
Me dirijo hacia mi mesa sin prestar demasiada atención a lo que ocurre alrededor, cuando la voz del agente Cutting me saca de mi concentración.
- Claro, Ron, muchas gracias.
Aunque parece que lo necesitas tú más que yo, maldito perezoso. - Mascullo para mis adentros.
Me siento en mi mesa, abro un cajón y lo vuelvo a cerrar con impaciencia. Me lavanto para ir a por la taza de café, la dejo en mi mesa, me siento de nuevo. Tras un par de segundos, me pongo en pie y me dirijo hacia el agente Cutting.
Al pasar junto a las secretarias me detengo súbitamente. Cojo un bloc que hay encima de la mesa y me pongo a escribir apresuradamente. A continuación, arranco la hoja y se la planto delante a una de las chicas.
- Señorita Stevens, necesito que localice toda la información que tengamos en los archivos sobre los nombres que aparecen en esta lista. Si es necesario, que le ayude la señorita Wilks; y si algún agente necesita buscar algo, que lo haga él mismo.
Se queda mirando el papel dubitativamente, como quien no tiene claro qué hacer a continuación. - ¡Ahora!
Finalmente, llego a la mesa de Cutting y me siento en una esquina.
- Por cierto, Ron, si no recuerdo mal, tú has estado a cargo de las investigaciones sobre 'Diamond' Walsh. ¿Qué me podrías contar acerca de él?
Nombres anotados en la página del bloc
Austin Kitrell
Oliver Gardiner
Vladimir Krotkin
Sergei Garkalin
- Diamond Walsh... - dice mientras piensa, dando unos sorbos a su taza de café - ¿Se refiere a Horace Walsh? ¿Ese gangster de poca monta que actúa como si fuera el rey de Nueva York? ¿No recuerda el escándalo para la policía local? Había estado detrás suyo por apuestas ilegales, importación y venta ilegal de alcohol, y colaborando con la policía en algunos casos de extorsión, y estuvimos a punto de pillarle hace casi dos años, ya sabe, justo antes de... - hace un ademán con la cabeza hacia la mesa de al lado, donde el absente agente había dejado la cartuchera vacía de su pistola. Solo desde 1934 los agentes del FBI tenían derecho a portar armas y hacer arrestos, previamente dependían de otras fuerzas del orden para un trabajo más de campo - Teníamos pillados con cargos a tres miembros de su organización, uno de ellos dispuesto a testificar contra él, y un cuarto soplón escondido para actuar como testigo contra su jefe. No sé como consiguió enterarse de donde estaban, ni de conseguir llegar hasta el interior de la comisaría, pero en una sola noche dejarnos sin nada - dice, pasando el gesto por su garganta.
Ahora que te explica la historia, por supuesto que la recuerdas. En aquella época habías estado unos meses en Washington, en unos cursos de formación para oficiales necesarios para ascender en la agencia, pero recuerdas haber leído sobre el bochorno para la policía que habían sido aquellos sucesos. Aún seguía abierta una investigación de asuntos internos en la policía sobre el asunto; seguramente unos cuantos, si no todos los guardias de aquella noche, habían recibido una jugosa oferta del criminal.
- Walsh se endureció bastante después de aquello, y no hemos conseguido a nadie más dispuesto a testificar. Tiene un local de juego en la zona del puerto, al lado del rio, pero no es nada que nos sirva para tener una sentencia decente contra él. Está claro que sigue metido en el negocio del contrabando de alcoholes fuertes, aprovechando para ganar lo que le de tiempo antes de que los terminen de legalizar. Un segundo... - deja la taza sobre la mesa y saca unos dossieres del cajón, los ojea, buscando el que necesita - Debería estar por aquí - de dentro de uno de ellos saca unos pocos papeles, limpios y con unas anotaciones, que te entrega - Esta es la relación de locales en los que creemos que tiene actividad, pero salvo el pequeño local de juego, va cambiando aleatoriamente entre ellos, o entre otros de los que no tenemos conocimiento. Ya ha conseguido burlar por lo menos tres redadas distintas. Está claro que ha aprendido de sus errores. Debe tener una veintena de hombres en nómina, no más de treinta seguro.
Nueve diferentes direcciones distribuidas por todo Arkham constan en el primer papel, que está coronado por una fotografía de Diamond Walsh y sus datos personales. El segundo papel es una maraña de números, cuentas económicas y demás. El tipo mueve dinero, aunque tampoco son cantidades exageradas.
- ¿Hay algún nuevo caso abierto contra él? ¿algo en lo que pueda ayudar?
- En realidad, su nombre surgió en una conversación y no era capaz de ubicarlo. ¿Sabemos si se le relaciona con alguien importante, ya sea dentro o fuera de su ámbito?
Mientras continúo hablando con Cutting, copio las direcciones en mi agenda de notas.
- Otra cosilla, ya que veo que lo sabes todo sobre el asunto. - Aunque es evidente que le estoy haciendo 'la rosca', no deja de haber cierto reconocimiento hacia su labor y, además, Cutting nunca ha sido de los que dejan pasar la ocasión de regodearse con un halago. - ¿Hay algún contacto en la policía con quien pudiéramos hablar para profundizar más en el tema de hace dos años? Nos valdría igualmente uno de los implicados o algún investigador de Asuntos Internos.
- Creo que en la ficha tenemos apuntado algo de un futuro matrimonio con una don nadie... - vuelve a tomar los papeles que te ha entregado, y busca durante unos segundos, señalandote el punto donde está escrito - Zora Smallidge. Y cuando digo don nadie, me refiero literalmente a una don nadie. La trajo de uno de esos pueblecitos costeros, Shellmidge, y parece que viene de una familia humilde de gente del mar. Ya sabe, uno no elige quién le robará a uno el corazón jejeje - rie, guiñandote el ojo en complicidad.
Ron sonríe ante tu halago.
- Muchas gracias, James, pero ni idea, la verdad... Tengo la cabeza metida en el lío del desfalco en Towersync, y bastante que me cuesta seguir los movimientos económicos que han intentado hacer... - se rasca la cabeza, con cara de paciencia. Si un caso de contabilidad le está costando a Cutting, de seguro que es cualquier cosa menos sencillo. - Recuerdo bastante sobre Walsh por ser reciente, pero no he tenido tiempo de volver a ponerme con nada de él...
Tras agradecerle, caminas hacia tu escritorio, dejandole volver al papeleo en el que estaba metido. Tendrás que dedicarle un rato al trabajo tu también; aunque tengas una relativa libertad, hay que seguir los procedimientos y la burocracia adecuada de los casos que tenías abiertos.
Horas más tarde, la señorita Stevens se acerca a tu mesa, con el semblante serio que siempre arrastra.
- Aquí tiene lo que me ha pedido, señor. No hemos encontrado nada sobre el señor Vladimir Krotkin, y tampoco sobre Sergei Garkalin, aunque si sobre un tal Sergei Garkialein. Entre los papeles está su ficha. De los señores Austin Kittrell y Oliver Gardiner no tenemos demasiado más que sus direcciones y datos personales; en inmigración me han confirmado que el señor Kittrell ha estado una temporada fuera del país, en Asia por motivos de negocios. Se trata del único futuro heredero de una farmacéutica y empresa de químicos. El señor Oliver Gardiner nos consta como afincado en Kingsport, al igual que su família. Tienen su negocio familiar, un pequeño imperio dedicado al mar, es actualmente dirigido por el señor Oren Gardiner. Su nieto, Oliver, de 28 años, es el presidente honorífico del club de caballeros fundado por su tatarabuelo en 1870: el club del yate de Kingsport.
Efectivamente, los papeles confirman lo dicho por la secretaria: los Gardiner son una família rica desde hace al menos tres generaciones; poco a poco sus raíces pesqueras fueron creciendo hasta convertirse en el imperio marítimo que es hoy en día. Al igual que el resto de empresas similares, han sido objeto de varias inspecciones, pero han demostrado estar limpios de contrabando y otras ilegalidades.
El Club del Yate, por su parte, fue fundado en 1870 por Oren, y no ha cedido la presidencia hasta recientemente a su propio nieto. Al créme de la créme de la sociedad se reunen allí, por lo que no hay mucha información sobre este club de caballeros. Ni falta que hace, deja que quienes se lo han ganado puedan disfrutar de la vida sin nuestras intromisiones, oyes decir en tu cabeza con la voz cascada del director de la oficina. Tienes bien claro que tu jefe no estaría nada contento si protagonizases algún escándalo relacionado con la élite económica y política que se reunen allí.
Por último está la ficha asociada a Sergei Garkialein. Además de una dirección, papeles de residencia (se trata de un emigrado ruso, de hace poco menos de 10 años), está anotada una detención hace unos meses por haber sido pillado en un circuito de boxeo clandestino. La fotografía de la detención muestra un tipo musculado, con facciones duras y la cara llena de golpes, moratones y heridas. O bien Sergei era el boxeador del circuito, o bien los policías que llenaron su detención decidieron mostrarle las bondades de la tierra de la libertad.
A no ser que quieras investigar algún punto más, o algún cabo suelto, ya podemos ir cerrando la escena de investigación, y vamos a la siguiente escena común. Si tienes algo más que quieras mirar aún da para un turno más mientras vamos acabando los de los demás, sin problema :)
Me siento a mi mesa para retomar el trabajo diario aunque lo cierto es que no me cunde demasiado, distraido como estoy con todo lo que me ha revelado Cutting. Tomo nota mental de agradecerle su contribución invitándole un día a cenar o algo similar, quizá hasta podamos divertirnos; después de todo, no es tan zafio, vago e incompetente como había pensado la primera vez que lo vi. Al final hasta te va a caer bien, me digo a mí mismo con una sonrisa torcida.
Las horas se hacen interminables y agradezco al cielo la llegada de la secretaria con información candente, ya que la burocracia de mis casos oficiales es tan aburrida que podría hacerla hasta un limpiabotas.
- Gracias, señorita Stevens. - No sé si se lo digo por el trabajo de investigación y recopilación que ha realizado o por darme algo que me sirva de excusa para dejar de lado el papeleo por un rato. - Creo que esto será todo por el momento.
Mientras hojeo los papeles sobre los Gardiner, recuerdo que tenía una llamada pendiente. Tanto esperar para no hacerlo demasiado pronto casi me lleva a olvidarlo por completo.
Dado que no quiero molestar más a las secretarias, tomo yo mismo el teléfono y me dirijo a la operadora que contesta al mismo. - Buenas tardes, señorita; por favor, póngame con la Universidad de Miskatonic, departamento de Física. - Espero poder localizar a Mark para reunirme con él antes de ir a buscar a la señorita Mort. Pienso mientras aguardo a que me conecten con el destino.
La telefonista rápidamente te pasa con la universidad, a la que responde una voz femenina, mecánica:
- Recepción de la Universidad de Miskatonic, ¿en qué puedo atenderle? - Tras presentarte y pedir que te conecten con tu hermano, la llamada pasa a secretaría del departamento de Física. Donde una voz algo más jovial atiende a tu llamada - Por supuesto señor Sheridan, ahora le pongo al doctor Sheridan.
- ¡Querido hermano! Hacía tiempo que no recibía notícias tuyas... ¿Necesitas alguna cosa? ¿O acaso llamas para dar la buena nueva? - Desde que nació tu segundo sobrino, no hay conversación con Mark en la que no te pregunte por tus planes de família de futuro.
- No, no, - respondo con una risa forzada - sin novedades en el frente romántico. - Es la misma respuesta que siempre le doy, independientemente de que haya o no algo que reseñar. - Te llamo por un tema bastante más mundano, pero me gustaría comentarlo en persona; ¿podríamos vernos esta tarde a las cinco? - Sin darle tiempo a contestar, añado: - Te invito a un café en Galatzer & Botoshaner; ya sabes, en frente de donde conociste a Molly.
Mark no tiene problema alguno con la hora del encuentro, con lo que os despedís por teléfono y procedes a terminar el papeleo que te queda del día, te despides de los compañeros de la oficina y te diriges hacia Galatzer & Botoshaner.
Pese a llegar puntual, tu hermano ya te está esperando, sentado en una mesa de la cafetería, con las gafas puestas y garabateando unos cálculos en el papel. Levanta la cabeza al verte llegar y, tras una sonrisa, se levanta para darte un fuerte abrazo.
- ¡Benditos los ojos que te ven, con lo que cuesta arrancarte de tu mesa de trabajo Jim! Se te ve bien, que alegría. Molly me ha repetido cerca de quince veces desde la última vez que viniste que te insistiera para que vinieses a cenar a casa; imagino que estarás ocupado, pero me siento obligado a pasarte el mensaje. Sin compromiso, por supuesto... - ríe suavemente - Y bien, ¿qué ha sucedido tan urgente en el FBI que te ves en la obligación de gastar tu tiempo en volver a ver a tu hermano?
Observo la cafetería desde fuera, dudando unos instantes antes de entrar, pues sé que la información que le voy a pedir a mi hermano tiene un peaje: hablar de temas personales, aguantar alguna bromita y puede que hasta recibir una invitación para una comida familiar.
Mark no lo entiende porque era demasiado pequeño, pero desde que ocurrió 'aquello' a mí nunca me ha gustado darle demasiadas vueltas a las relaciones y, desde luego, no soy muy dado a socializar.
Así que respiro hondo y entro en el establecimiento.
Nada más entrar, veo a Mark sentado con sus papeles y casi se me escapa una sonrisa; cuando me ve y se levanta a abrazarme, me limito a aguantar el tirón y devolverle el abrazo esperando que no dure demasiado.
- Yo también me alegro. Dile a Molly... dile que cualquier día de estos me pasaré a veros. En cuanto acabe con el caso que ahora me ocupa y que me tiene muy liado.
En cuanto a lo que me trae aquí, es más un asunto personal, algo que me gustaría mantener fuera de cauces oficiales y sin mucho revuelo. Se trata del NELAA, me gustaría saber qué me puedes decir de ellos y de dos nombres relacionados: Mrs. Pickman y Thomas Ongine.
- ¿NELAA? ¿La liga de Nueva Inglaterra de aficionados a la astronomia? - pregunta extrañado - Pues no he tenido tampoco un trato excesivo con ellos, es simplemente un club de aficionados a la astronomía; creo que tienen un par de decenas de miembros, todos ellos aspirando a convertirse en el nuevo Edmund Halley, sin ser realmente conscientes que las contribuciones a la ciencia de Halley son incomparablemente mayores que el descubrimiento de un cometa; de hecho, ni siquiera lo descubrió él... El mérito de Halley es el de haber conseguido predecir cuando iba a volver a pasar el cometa y qué sección del cielo nocturno iba a cruzar, en base al estudio de notas de historia y sus propios cálculos... - se ruboriza un segundo, mientras calla - Disculpa, ya sabes que a menudo me vuelve la vena docente. Volvamos al NELAA: por lo que sé realizan encuentros mensuales, creo recordar, y ocasionalmente hacen algún viaje al campo para observar las estrellas. Conozco a algunos de ellos, que suelen venir por el seminario de Astronomía del departamento, gente maja... !Espero que no se hayan metido en ningún lío! - sigue explicando, tras pensar un poco - No he tenido el placer de conocer a ninguna señorita Pickman, pero si a Thomas Ongine. Al ser aficionados, la gran mayoría de miembros del club no tienen un gran conocimiento de física, ni de las ecuaciones necesarias para poder... - por su tono de voz, parecía que iba a empezar a divagar de nuevo, pero se corta a tiempo - A lo que iba, que al menos algunos de ellos si están interesados en astronomía de verdad. No es el caso de Thomas Ongine, a él creo que simplemente le gusta disfrutar de mirar las estrellas, memorizar sus nombres, y sacar con orgullo un saco de pedancia cada vez que se habla del cielo nocturno. No me cae especialmente bien, la verdad, con esos aires de superioridad con los que se mueve, cuando no ha hecho más de lo que podría haber hecho un loro... Pero bueno, parece que a la mayoría de miembros del NEELA si les cae bien.
Incluso cuando pontifica sobre temas científicos Mark resulta entretenido, al menos para mí.
Siempre me ha gustado escuchar sus charlas, desde que era pequeño y hablaba de excavaciones, mezclando dinosaurios con tumbas egipcias. Y es que ya apuntaba ciertos aires de investigador inquieto, aunque siempre pensé que sería historiador o arqueólogo; pero entonces descubrió las matemáticas y aquello lo cambió todo.
A partir de ese momento, todo el universo se componía de números, incluso nuestra casa, incluso los objetos, incluso la comida. "Esta sopa tiene treinta y dos cucharadas" decía muy serio. Todo era mesurable, todo se explicaba mediante cifras. El tiempo no hizo sino incrementar sus conocimientos y su pasión por las matemáticas y la física aplicada. Sólo la familia ha ido suavizando poco a poco su obsesión aunque siempre será un 'ciéntifico loco' mientras el cerebro le siga funcionando...
Miro mi reloj de pulsera, precisamente un regalo de Mark por mi trigésimoquinto cumpleaños, y observo que son... ¿las cinco menos veinte?
Mierda, ya me he olvidado de darle cuerda otra vez.
Alarmado, dirijo la vista hacia el reloj de pared de la cafetería que marca las seis menos cuarto pasadas; tengo el tiempo justo para recoger a la señorita Mort.
- Mark, ha sido un placer pero tengo que irme. - Me levanto a toda prisa y me despido con la mano izquierda mientras con la derecha me pongo el sombrero. - Prometo llamarte pronto para esa cena. - Aunque lo digo por cumplir, siento que, esta vez, también tengo ciertas ganas de reunirme de nuevo con la familia. También es posible que se me pasen, pero es la impresión que impera en este momento.
He añadido el contenido de la ficha policial de Sergei Garkialein, que se me había pasado cuando escribí el post en que te la entregaba y hasta ahora no me he dado cuenta... :-/