-Concuerdo compañero. -comentó de forma somera Tarmuz ante la apreciación del feriante sobre los mosaicos.
El veterano explorador se movía entre la fascinación y la prudencia. Aquel lugar era realmente intrigante y cuando llegaron a la sala del monje no pudo evitar mirar a los innumerables pergaminos que encerrarían ¿verdades o mentiras? Todo era posible como bien les hizo saber su compañero Qadmante.
Pero debían centrarse.
Rezian y Qadmante habían decidido su destino, Nitimzil igual se quedaba atrás. Él no sabía qué hacer realmente, aunque ¿querría tratar con todos a la vez el monje?
-Muy bien, Nitimzil y yo nos quedaremos vigilantes... en segundo plano ¿si? Andad con cuidado. -susurró.
Si es necesaria alguna tirada de Sigilo o algo que consideres, háznoslo saber ;-).
—Está bien, ya me quedo yo en las sombras —dijo como si no fuera lo que en verdad estaba deseando.
Nitimzil y Tarmuz decidieron quedarse en un discreto segundo plano, pues no querían revelar aún todas sus cartas. Habían viajado mucho como para cometer ahora una imprudencia.
El pirata y el noble se acercaron lentamente. A través del mirador pudieron contemplar las ruinas de Sarkomand y el Mar Cereano muy a lo lejos. Parecía imposible que hubiesen recorrido una distancia tan larga en tan poco tiempo. ¿O acaso llevaban más tiempo viajando? El tiempo y el espacio se dilataban de maneras extrañas en aquellas tierras.
Según se acercaban, no tardaron en descubrir que el monje se las apañaba para darles la espalda. Daba igual el ángulo desde el que mirasen o si trataban de rodear la estancia.
No es necesaria una tirada de Sigilo (de momento)
Una voz dulce y tranquila resonó en las mentes de Qadmante y Rezian:
«¿Qué trae a dos soñadores a este templo del saber?»
- La búsqueda de conocimiento, dijo en voz alta Rezian mirando de reojo a Qadmante.
La voz del monje parecía a un tiempo animada y molesta. A veces remoloneaba al llegar a algunas palabras, otras sonaba como una persona completamente distinta.
«El conocimiento está en todas partes. Si habéis venido hasta aquí es porque necesitáis un "conocimiento" en concreto. ¿Qué estáis dispuestos a ofrecer a cambio?»
-Estoy dispuesto a pagar, tanto en carne como en alma, dijo Qadmante muy seguro de sí mismo.
El monje se evaporó. Una nube de humo naranja y púrpura se esfumó a través del ventanal. La nítida imagen de una sonrisa se dibujó en la mente de los soñadores, tras lo cual flotó una respuesta en el aire.
«Acepto»
Ahora se encontraban solos, aunque el templo había cambiado ligeramente. En lugar de estanterías había ahora un par de puertas de madera, sin pomo ni cerradura. Una de ellas era de color esmeralda, con una escena tallada en el marco en la que un grupo de ladrones se escabullía con un objeto cúbico.
La otra, carmesí, tenía también un grabado en el marco, aunque este reflejaba a cientos de humanoides con aspecto anfibio —que recordaba al de las criaturas que ya se habían encontrado en el mundo de la vigilia*— se retorcían de dolor, abrasados por las llamas. Sobre la escena, cuatro personajes sostenían triunfales una suerte de caja.
Ambas eran antiguas, pero no tanto como el propio templo. Las decoraciones en hierro de forja sobre las planchas de roble pintado recordaban a una decoración victoriana, como de la mansión en la que reposaban sus verdaderos cuerpos. La decoración de la puerta carmesí dibujaba una especie de huevo, mientras que la esmeralda era más similar a una llave.
«Tenéis dos opciones para lograr vuestro objetivo. Uno saciará la sed de venganza, otro requerirá ser más sibilino. Escoged sabiamente…»
Dos medios para un mismo fin, aunque el verdadero precio todavía era incierto.
*Son desde profundos hasta individuos con el "aspecto de Innsmouth".
Qadmante miró hacia sus compañeros. La conversación había sido rápida y el grupo no se había tenido que separar mas que unos instantes.
La sonrisa del Sacerdote justo en el momento de desaparecer había sido espeluznante, pero intentó no pensar demasiado en ello.
-Pues bien, hecho está. Como sabe cualquier persona con experiencia, todo lo bueno tiene un precio, y nosotros hemos llegado demasiado lejos como para no estar dispuestos a pagar lo que vale nuestro objetivo.
No debéis de temer nada. Cuando llegue el momento haré lo que haga falta, y espero que con mi pago este Mundo Onírico tenga suficiente para darnos el conocimiento que buscamos. Si yo no puedo continuar, lo aceptaré.
El negro no estaba en realidad tan seguro como aparentaba, pues no llegaba a entender qué tipo de pagaré les pediría el Monge y no sabía siquiera si bastaría con él solo o si demandaría una penitencia coral. La respuesta podría estar detrás de esas puertas.
Qadmante se giró hacia los dos portales y no dudó ni un instante.
Opino que debemos de travesar la puerta carmesí, y que nuestros enemigos sientan como el ardor de las llamas les reclama venganza.
- Estoy intentando relacionar lo que sabemos con las imágenes de las puertas: La verde puede ser robar el cubo del templo donde estuve la otra vez y la carmesí puede conllevar ir a Innsmouth y enfrentarnos a la secta de Dagon. Aún sabiendo que el asunto del sigilo y el latrocinio no se me dan bien, enfrentarnos a una de las sectas me plantea más dudas y peligros ¿Podremos con ellos? ¿A qué precio? ¿Cómo reaccionarán las oteas sectas antes un ataque directo? Vendrán a por nosotros al saber que poseemos el objeto?
Se cruzó de brazos pensativo y finalmente se giró para encararse a sus compañeros ¿Nitimzil? ¿Tarmuz?
Al mencionar ambas puertas, los cuatro soñadores tuvieron visiones nítidas aunque algo caóticas. Nitimzil y Tarmuz escucharon a sus compañeros conversando con el monje sin rostro: Rezian dando a entender la naturaleza de su búsqueda y Qadmante aceptando cualquier tipo de pago por su parte. Al parecer, el guardián del templo se había comunicado mentalmente con el noble y el pirata.
De las puertas surgieron también imágenes confusas. La visión del portal esmeralda concordaba con la suposición de Rezian, pues podían ver a los cuatro huyendo a través de una puerta oculta, con la caja al fin en su poder. La carmesí, sin embargo, mostraba a los investigadores triunfales, sin un rasguño y con la caja, y un grupo de seres deformados y aspecto anfibio tendidos en el suelo, inertes.
Conceptos abstractos cobraron forma en sus mentes: venganza, sueño eterno, huevo, criaturas nebulosas entre las sombras, carcajada triunfante de Samuel Strike, rojo; huida, triunfo, puerta y llave, servidores, tentáculos, verde. Dos puertas, dos futuros, dos objetos, vigilia y sueño. En ambas salían triunfantes y en ambas corrían riesgos.
Thorom me ha comentado por privado que esta última parte está quedando un pelín confusa, así que voy a tratar de ubicaros. Al separar antes a los destinatarios es normal que Tarmuz y Nitimzil se sientan perdidos.
Nitimzil no entendía nada, vaya compañeros de escondite se había echado que de pronto se giraban hacia donde él estaba escondido y le llamaban por el nombre. El feriante se encogió en el sitio, tratando de hacerse más pequeño para pasar completamente desapercibido y miró a Tarmuz con gesto de terror. Esconderse no servía de nada si sus compañeros les delataban. ¿El vigilante les habría manipulado la mente para que delataran sus posiciones? Para colmo no entendía nada de lo que estaban hablando: buscar conocimiento, unas puertas extrañas, un sacrificio... Tenían que haberles lavado el cerebro como poco.
Cuando Rezian se dirigió a ellos, Nitimzil asomó la cabeza lentamente con miedo. Hasta que no vio que sus compañeros eran los de siempre no se sintió seguro de salir de su escondite. Al ver las puertas de las que hablaban sitió un ligero mareo provocado por la confusión de imágenes que se formaron en su mente.
—Anfibios no —dijo desdeñando la puerta roja por alguna extraña corazonada. Le recordaba demasiado a una babosa espacial con la que había soñado tiempo atrás, en un extraño sueño en el que no era Nitimzil el feriante, sino un detective privado. Tenía que ser un sueño, porque aquello era demasiado loco para haber sido parte de la vida real.
Todo había sido rápido y aquel monje había tratado con sus compañeros de forma rápida, pasando a darles dos opciones, dos puertas, dos formas de resolver aquello.
Observó ambas con cuidado mientras sus compañeros se decantaban por uno u otro camino. Qadmante fue intenso, como siempre solía ser. Dispuesto a la lucha y el sacrificio. Pero Rezian habló de forma razonable. Siempre lo hacía desde que se habían conocido. Sería porque el primero había perdido todo lo que tenía y el segundo aún lo mantenía en un hilo.
Lo cierto es que todos podían estar a un paso de Qadmante, al borde de no tener nada que perder salvo la vida. El comentario de Nitimzil le hizo sonreir. El feriante no parecía ser tan sesudo...
Finalmente negó con la cabeza y se acercó a su amigo pirata poniendo una mano sobre su hombro.
-Se porqué quieres la puerta roja, porque quieres saciar tu sed de venganza, pero Rezian tiene razón. Debemos de pensar a más largo plazo. Hay más jugadores en este juego y actuar de forma tan poco discreta nos haría caer finalmente quedando lo que hemos venido a buscar en manos de cualquier otro. No. Debemos ser prudentes y al mismo tiempo discretos. Cuando nuestros enemigos quieran darse cuenta de lo que ocurre ya será tarde y no podrán llevar sus planes a cabo. Esa será nuestra venganza. Apuesto a que, cuando eso suceda, ellos mismos se destrozarán entre ellos.
-Que sea la puerta esmeralda. -terminó por decir.
La puerta esmeralda se abrió lentamente. A través de su hoja se filtraba una luz cegadora que comenzó a devorar todo el templo hasta que los soñadores se vieron obligados a cerrar los ojos.
Al fondo de sus consciencias, una voz profunda volvió a resonar:
«Sea pues. Aceptad el regalo de conocimiento, pues no tardaré en cobrarme el sacrificio que se me ha prometido»
Del templo apenas quedaban ya sombras vagas. La luz era tan intensa, que las formas de los soñadores comenzaron a desdibujarse.
Regresamos a la escena anterior.