El detective ofreció un cigarro a la pareja mientras daba un par de caladas al suyo y escuchaba con atención lo que la señorita decía. A pesar de las reticencias que mostraba su acompañante, a Kavanagh le interesaba que siguiera hablando y de desahogara allí mismo sobre el casero y la convivencia en aquel lugar.
-¿Ponían la música muy alta? - Preguntó con fingida inocencia, como si no entendiera muy bien a qué se refería con los ruidos de los que hacía queja. Otros vecinos también habían mostrado una queja parecida y le interesaba saber como describía ella aquellos ruidos. Ahora que había visto lo que había visto, se podía hacer una imagen mental de qué producía los famosos ruidos de los que hablaban.
-¡Cielo santo! - Exclamó mostrando una sorpresa que no sentía. -¿Un asesino? ¿No me diga?
Con todo lo sucedido no había tenido tiempo de interrogar a ningún vecino, por lo que tal vez la pareja pudiera aportarle alguna cosa nueva sobre el paradero del fulano del ático de nombre impronunciable. Su tono de voz invitaba a que la muchacha siguiera contándole más, como dos cotorras cotilleando sobre el vecindario.
-Y díganme, ¿solía el señor Blackwood hacer uso del ático de manera regular?
Una vez que consideró que la pareja ya no tenía información útil que proporcionarle se giró hacía el muchacho y lo miró severamente.
-Amigo, hágale caso a su señora. -Dijo antes de despedirse.
Strike se percata de que empiezan a haber algunos mirones que se acercan al edificio, ante la presencia de la policía. Decide que ya es el momento de marcharse y se despide de Sheridan y de la señorita.
Con discreción, él y Maxwell se alejan de la propiedad de Blackwood.
El brazo derecho -¡el bueno!- le duele en demasía y el negro se pregunta qué será de él sin la extremidad que le llevó a la cima de su éxito.
-Maldición Max, éste brazo me hace ver las estrellas. Tendré que ir al hospital para que me vea un médico.
Los dos hombretones dejan atrás la iglesia de Bayfriar y giran la esquina para bajar por Crowley St., ya lejos de miradas indiscretas.
-Yo vivo aquí cerca*, podré apañármelas sólo, pero antes necesito saber qué ocurrió allí dentro.
¿Vimos lo mismo? ¡Ese hombre revivió de entre los muertos transformándose en un monstruo seboso!
Esto supera las prácticas mafiosas de Phineas Wilken o de la tal Zohra Smallidge, por mucho que adoren a extraños dioses marinos.
Me ha hecho recordar cosas de mi pasado, ¿sabes? Me ha hecho recordar porqué estoy en esto y me ha devuelto la seguridad de que lo que le ocurrió a mi mujer no eran fantasías mías, que no eran fruto de mi soledad e imaginación tenebrosa.
Pero es que ya no me acuerdo cómo empezasteis con Blackwood. ¿Qué tiene que ver él con la Orden Esotérica de Dagon? Parece como si hubiéramos cogido otro hilo que nada tiene que ver con las cartas visionarias del Dr. Armitage.
*Si lo entendí bien, director, hiciste al principio de la escena un comentario como si éste fuese el barrio donde vive Johnson, y sinceramente me parece muy bien.
-No puedo estar más de acuerdo contigo, viejo amigo... -comentó Max a lo de que aquel brazo lo viera alguien experto.
Cuando giran la esquina para bajar por Crowley St., la diatriba del negro deja pensativo un momento a Max que boquea varias veces. Por un lado por haber tomado una decisión respecto a su salud y por otra, respecto al tema que acaba de ocurrir que... sinceramente no quiere ni recordar.
-¿Cómo que te las apañarás sólo? De eso nada. Conozco a alguien, una amiga del propio Armitage que podría ayudarte. Asi que, nada de "me las apaño sólo" ¿de acuerdo?
-Por otro lado... ese miserable de Blackwood... claro que es lo mismo. Cuando nos ocurrió lo del arrecife maldito, la forma en la que esos salvajes hijos de mala madre tenían de invocar ese demonio con esos seres pisciformes era casi igual. Llegamos a ese bloque de apartamentos porque investigábamos la muerte de la viuda Highley, la madre del fiscal... y nos topamos con un montón de cosas esotéricas en el apartamento del supuesto sospechoso... un embaucador supuestamente espiritista que le sacaba dinero a la pobre viuda. Pero de pronto, la buena señora apareció con la cabeza seccionada de una forma brutal y... casi ritual.
-Cuando estabamos husmeando apareció Blackwood... y ya entonces nos dió mala espina. El bueno de Alexander y yo nos pusimos a investigar lo que hallamos en ese apartamento y tenían relación con esa extraña mitología que parecen seguir también todos esos tipos que has mencionado. Es como... no sé, una especie de demonios extraterrenos al que esta gente tiene ganas de conocer o de llamar. -suspiró- Por eso debes cuidarte. Lo que ha pasado ahí casi nos cuesta la vida amigo mío. No podemos hacer esto solos... debemos llegar hasta el final... hasta evitar lo que los documentos de Armitage apuntan... que empiezo a creer que son todos estos cultistas llamando a algo que no deben. -se detuvo un momento y frenó al negro.
-Prométeme que es la última vez que te arrojas así delante de una fiera de vete-tú-a-saber-qué-infierno ¿de acuerdo? -resopló- Todavía me estoy recuperando del susto...
Ehm, Max piensa que localizar a Dorothy Mort para que vea esas heridas no es mala idea...... ^^
-¿Una amiga de Armitage, dices? ¿Y sabrá tratarme esta herida? Mmm... está bien. No tengo ganas de responder a muchas preguntas en el Hospital.
Johnson continuaba andando agarrando su brazo derecho para mantenerlo en cabestrillo, haciendo gestos de dolor de vez en cuando, pero luego se paró para poder encararse mejor con su compañero.
-Escucha Maxwell. Te estoy muy agradecido por haberme metido en esto. Por haberme presentado al señor Armitage, a Sheridan y a todos los demás. Ahora mi vida tiene un sentido, un objetivo. Por fin tengo una nueva bola con la que concentrarme antes de descargar mi fuerza.
Te debo incluso la vida de mi hijo. No hay nada más valioso para un hombre que la vida de sus chiquillos, maldita sea. Te lo debo todo y por lo tanto me puedes pedir cualquier cosa.
Pero has de saber que mi vida es solo mía y que no necesito que nadie me proteja de nada. No debes de entrometerte entre yo y lo que yo crea que debo enfrentar.
Te agradezco tus buenas intenciones. Sin tu ayuda allá arriba –dijo señalando el lejano edificio de Blackwood-, ahora ya estaría muerto, pero tienes que entender que solo yo decido cuáles son mis batallas.
Te aviso por qué si hay una próxima vez, quizás rechace tu bondadosa mano y seas luego tú el que se encuentre atrapado en una situación de muerte.
Espero que quede claro que mis palabras van muy en serio. Si asumes algún riesgo para defenderme, será bajo tu responsabilidad.
Strike hablaba con seriedad. Al fin y al cabo no sabía hacerlo de ninguna otra manera.
La muchacha miró de arriba a abajo a Kavanagh, enarcando una ceja.
—No, música no. ¡Ojalá! Chirridos, muebles arrastrándose, quejidos insoportables, carraspeos… Le insistimos constantemente a la policía de que en ese ático ocurría algo raro, pero nos aseguraban que lo habían registrado varias veces y ahí no había nada de nada.
-¡Cielo santo! - Exclamó mostrando una sorpresa que no sentía. -¿Un asesino? ¿No me diga?
—¿Es que no lee el periódico? La policía vigila esta calle día y noche por si al asesino de la viuda Highley le da por volver a su apartamento. Hace semanas que dormimos como una mierda y nadie mueve un solo dedo, pero la palma la madre del fiscal del distrito y nos ponen agentes hasta en la sopa.
-Y díganme, ¿solía el señor Blackwood hacer uso del ático de manera regular?
—No que yo sepa. Lo que sí hacía era mantener reuniones con otros caseros y propietarios de esta calle.
-¡Vaya! - Exclamó el investigador. -Desde luego no tienen vergüenza alguna.
Kavanagh intentó empatizar con los problemas de la mujer, o al menos mostrar que así lo hacía. Sin duda tenía que ser muy agotador no poder dormir por unos chirridos en comparación con la muerte de la madre de un fiscal, pero Patrick se mostraba de su parte en aquella ocasión.
Anotó mentalmente la pista que acababa de dejarle para investigar más tarde los nombres de los demás propietarios de los edificios de la calle. Lo último que le faltaba es que hubiera toda una colección de babosas gigantes reuniéndose para conspirar contra su bella ciudad.
-Joder, si ni los alemanes lograron ganarnos y ahora esta panda de bichos de jardín gigantes lo va a lograr. - Meditó mientras se despedía de la señora y su marido alentándoles a que buscaran otra calle donde instalarse. Luego regresó con su compañera y escuchó que el agente del FBI preguntaba algo sobre una mano disecada.
-¿Qué mano? ¿Te has llevado un souvenir? - Como si la experiencia no hubiera sido lo bastante vívida como para no olvidarla jamás.
A Max, el discurso de Samuel le pareció tan emotivo como desconcertante... Le daba las gracias por muchas cosas, sin embargo le advertía de no entrometerse en sus decisiones para con el bien de su supervivencia. Finalmente tuvo que resoplar.
-Samuel amigo, no me entrometo en tus asuntos, sino que te pido algo de... ¿cordura? -hizo una mueca- A decir verdad... creo que la cordura es un bien preciado en estos días con todo lo que estamos descubriendo. Creo que nadie quiere morir Samuel... al menos no de forma absurda. Al menos yo pienso que si he de morir, sea por un bien mayor por eso... intento que seas algo más cabal. Con todos estos asuntos siento que la dueña de la guadaña está tras cada esquina esperando para caer en sus manos. Yo que la he esquivado alguna vez que otra, creo que con estos asuntos, nuestra mermada capacidad para esquivar los golpes se está acabando a pasos agigantados.
-No se si llamarte loco o valiente, por lo que has hecho hoy ahí arriba. Supongo que cuando uno pierde el miedo a morir, se vuelve un poco loco... La cuestión es que creo que tu vida vale algo más de lo que imaginas. Cualquier vida, incluso la de esos descerebrados adoradores del sebo. -sacudió la cabeza quitándose la imagen de la cabeza.
-En fin, vayamos con la señorita Mort. Ella sabrá cuidarte ese brazo. Te llevo en mi coche...
Alexandra esboza una medio sonrisa con los labios apretados y se levanta la manga, mostrando una pequeña herida en la muñeca.
- Allá arriba estaban adorando, si esa es la palabra, a un objeto. Debido al caos, pensé que al menos agitar la situación apoderándome de ese objeto podría darnos algún margen de ventaja, desconcertarlos, quizá. El objeto en sí era una mano momificada, que antes de deshacerse me dejó este arañazo.
De Sela omite el detalle de que en la palma de la mano había una boca deleznable que susurraba y que la herida fue causada por sus terribles y afilados dientes. También omitió la causa de la desintegración de la mano.
- No pareció servir de mucho, aunque parece interesarle esto en particular, señor Sheridan. ¿Sabe algo sobre esa mano? ¿Algún caso relacionado o información de interés? No he podido evitar ver el temblor de su mano mientras formaba la pregunta en su cabeza. ¿Hay algo que le preocupe?
Aunque no creo que vaya a sacar nada de aquí, me gustaría usar Jerga Policial y/o Consuelo con Sheridan.
El agente especial Sheridan tenía los ojos tan enterrados en sus ojeras que parecía un cadáver andante. La barba de tres días y el olor a café rancio, sudor y tabaco tampoco ayudaban a mejorar el conjunto. Tanto para Kavanagh como para Alexandra sabían, por experiencia, a que se debían semejantes síntomas: James Sheridan era un hombre demasiado entregado a su caso.
Tras una larga calada a un cigarrillo liado a mano, miró a la periodista.
—Hace unos días, mis compañeros y yo registramos el apartamento de Gudzuhn —exhaló una bocanada de humo mientras aprovechaba para ordenar sus pensamientos—. Removiendo entre sus cosas, encontramos una caja llena de documentos extraños que no figuraban en los informes de la policía y un "artefacto" muy similar a que usted describe. La nuestra está entera. No cometimos la imprudencia de tocarla con las manos desnudas, aunque en su situación tampoco es que tuviese oportunidad de permitirse ser escrupulosa.
»Como ya les ha explicado mi amigo Maxwell, estamos investigando un caso para la Universidad de Miskatonic. Creo que, si compartimos datos, quizá podríamos ayudarnos mutuamente.
Aunque no creo que vaya a sacar nada de aquí, me gustaría usar Jerga Policial y/o Consuelo con Sheridan.
Sin problemas. Vamos a justificarlo como que confía un poco más en vosotros sabiendo que venís de parte del fiscal y, especialmente, tras en enfrentamiento que acaba de tener lugar.
-¿La mano se deshizo? - Preguntó Kavanagh extrañado. Después se limitó a escuchar a Alexandra y al agente Sheridan, que al parecer tenía otra mano como la que su compañera acababa de describir. -¿Existe otra cosa de esas? Si hay una copia puede haber muchas más. ¿No es así?
Patrick estaba un poco perdido con aquella última información, pero ya no le extrañaba nada. Se mostró de acuerdo con la idea del agente de compartir información y aunar fuerzas contra la amenaza que acaba de tomar forma. Su última reflexión podía parecer una pregunta estúpida, pero en la mente de Kavanagh se habían formado dos posibilidades y ninguna de ellas le parecía apetecible. Por un lado, aquella mano que Sheridan y el grupo de la universidad poseían podría ser la última que quedara, y eso haría que aquella babosa gigante fuera a buscarla, o podrían haber muchas más, lo cual haría infinita la locura que habían vivido en el piso hacia apenas unos minutos. Y ni se quería imaginar qué motivo tendría aquel ritual que habían logrado interrumpir.
—Hasta donde nosotros sabemos, solo hay dos manos. Una izquierda y otra derecha. No entiendo cual es su importancia, pero no hay duda de que guardan relación con Gudzhun y con Blackwood. Tenemos a un par de personas investigando la mano que queda, extremando las precauciones. Ahora que sabemos que puede "desintegrarse" con tanta facilidad, me alegro de haber insistido en que la tratasen con cuidado.
Se hacia tarde. Sheridan debía dar parte a la policía e informar a sus compañeros de la universidad de todo lo ocurrido. Cuando vio que uno de los agentes salió del edificio para dirigirse a ellos, carraspeó.
—No es necesario que se queden. Ya atenderé yo a la policía, aunque reitero mi oferta. En la universidad podremos darles muchos más datos para su investigación. Puede que nos beneficiemos mutuamente.
Sabiendo que contaban con el beneplácito del fiscal Highley y que Sheridan había accedido a contestar a todas las preguntas, los agentes dejaron marchar a Kavanagh y a De Sela para que pudiesen dar parte de todo y asimilar lo que acababan de vivir en aquel apartamento.
El hombre que se dirigió a Sheridan tenía el semblante pálido cuando empezó a hablar de lo que habían encontrado allí arriba.
Hago esta elipsis para ir aligerando la escena y entrar en harina. Pasamos a la Escena 2.7 - Nuevas caras.