Nathan, Zack, y el nuevo, Jeb, acompañados por el incondicional Orpheus, entran en el despacho de Caprice. Ella está sentada tras su mesa de escritorio y les observa cuando entran. Haciendo un gesto con la mano, les indica que tomen asiento. Caprice tiene sobre la mesa los papeles de la hipoteca y parece que les está echando el último vistazo.
Nathan, Zack y Jeb hablan, mientras Caprice se mantiene atenta a los labios. Participa así de la conversación, asintiendo, y sobre todo, escuchando. Escuchando... el lenguaje de los gestos, eso es lo que ella siempre escucha y está segura de que habla más que las palabras que uno quiere decir. Sin embargo, no puede evitar que su mente se vaya lejos de la hipoteca... algo invade sus pensamientos más que otorgar una hipoteca que ya tiene claro que va a dar.
Saca un papel del cajón y escribe en él dos palabras. A pesar de que escribe rápido, la personalidad asoma siempre, a través de cualquier movimiento que uno haga. Grandes curvas y trazo firme, dicen lo mismo que su vestido negro, sobrio, pero con un gran lazo llamativo. Sobriedad, belleza, control.
Pierre D'Rue
El Paradiso
La conversación se ha detenido desde que Caprice ha cogido el papel y ha escrito en él. Deben saber que algo va a comunicar. Ella entrega la hoja a Orpheus y Blossom.
A partir de ese momento, Caprice espera que ellos dos sean su voz, como de costumbre. De sobre está segura de que sabrán expresarlo como si fueran sus propias palabras. La compenetración entre los tres abarca mucho más que la de otras personas, porque no se trata de alianzas ni de complementariedad, sino de corrientes que viajan en la misma frecuencia, se encuentran porque circulan por los mismos canales.
Diggory salió del despacho de Caprice e indicó a los presentes que ya podían entrar en el despacho. Con un gesto de la cabeza, le señaló que él también podía pasar. Así que Orpheus esperó a que todos entrasen, para pasar el último y cerrar la puerta.
Mientras el trío se sentaba enfrente de la mesa de Caprice, él se quedó detrás de ellos, de pie. Delante de ellos estaba Shikibu, observándolo todo con mucha atención.
Los chicos empezaron a hablarle sobre la hipoteca mientras la señorita De Vialdi, como siempre, callaba y escuchaba, observando con atención a sus interlocutores. Anthony permitio entonces a su mente vagar durante un momento. Aquellos hombres le demostraron ayer que podía confiar en ellos, y sabía que Blossom estaba atenta a cualquier mínimo gesto de los tres amigos. Así que su cabeza empezó a pensar en el pequeño viaje que les esperaba a él y a su compañera asiática en breve... hasta que Caprice escribió un par de palabras y dejó la nota encima de la mesa. Durante unos segundos Anthony se quedó en silencio. Luego, al observar a las dos mujeres que tenía delante, carraspeó y se acercó a la mesa poniendo la mano en la nota y encarando a los tres invitados.
-Sí, verán, esto... -Orpheus era un hombre de pocas palabras, muy pocas. Lo suyo era más la acción. Y el intimidar sin hablar. Por eso no dejaba de resultar extraño, que en aquella pequeña familia, él fuese el hablador.
-La señorita De Vialdi cree que puede darles esa hipoteca. Pero necesita un pequeño favor a cambio -Anthony observó a los tres durante unos segundos- Esto que les voy a decir ahora les agradecería que quedase entre nosotros, ya me entienden.
El grandullón se colocó al otro lado de Caprice. La dueña del banco estaba flanqueada por dos temibles leones que harían lo que fuese por protegerla.
-Miren, Pierre D'Rue -dijó mientras señalaba el primer nombre escrito, como para darle más énfasis- Es un francés amigo nuestro. Hace algunos meses, le fue concedida una concesión minera, la 3CL. Poco después de eso, asistió a una fiesta a bordo del barco Paradiso... y ya no supimos nada más. Desde ese momento le perdimos la pista a él y a la concesión, es como si la tierra se los hubiese tragado...
Hizo una pausa, mientras con el dedo señalaba el Paradiso, claramente el punto de inicio de todo este misterio.
-La cuestión es que nos gustaría saber que ha pasado con nuestro amigo. Y con la concesión, claro. Si tuvieran a bien investigar sobre ello, sería algo que la señorita De Vialdi les agradecería. Por lo poco que sabemos, una de las asistentes a esa fiesta fue la joven hija del señor Bordeaux. Dudamos de que ella tenga algo que ver, pero quizá podría saber algo sobre el francés. Evidentemente no es una persona a la que se pueda abordar así como así, se tiene que ir con un poco de tacto. Quizá lo principal sería buscar a los acudieron al barco y saber quien pudo estar allí aquella noche y si vio algo.
El pistolero sacó el enorme dedo de la nota para que le pudiesen echar otro vistazo.
-No hay que decir que la discreción es primordial. Sobre todo, no tienen que relacionarnos a nosotros con su investigación. Por eso no podemos investigarlo nosotros mismos. No sé... pueden ser familiares de D'Rue o lo que se les ocurra. Pero lo más importante es que no nos relacionen a nosotros ni al banco con la investigación.
Orpheus dejó de hablar. Observando a sus interlocutores, esperó su reacción ante la “curiosa” petición, esperando haber dicho lo que Caprice quería y no haber hablado demasiado.
Pequeño tocho me ha salido xD
- ¿La señorita D'Vialdi oriental? - respondió Isaac en voz alta al comentario de Jeb, entonces se fijó en el despacho y vió a que se refería su socio - No, esa es la sirvienta personal de la Señorita D'Vialdi. En la ciudad todas las mujeres ricas tenían una o varias sirvientas que la acompañaban a todas partes para ayudarles en sus recados, peinarlas, prepararles el te,... Si nos ofrecen té debemos aceptarlo, es una bebida asquerosa que toman la gente de alta alcurnia, pero sería descortés rechazarlo. Y cuando lo tomes asegurate de extender el meñique y tomarlo poco a poco.
Entonces en Sr. Cadignan salío del despacho y les indicó que entrasen. Isaac se estiró el traje y se dispuso a entrar en el despacho sonriente. Entonces observó sorprendido como el Sr. Cadignan le indicaba a Orpheus que entrase también. Iban a estar un poco apretados con tanta gente en ese minúsculo despacho.
- Es un placer Señorita D'Vialdi, le estoy realmente agradecido de que haya podido atendernos. Se que es usted una persona muy atearada y ahora que la veo en persona puedo dar fé de que tiene un gusto exquisito al vertir. Disculpeme el atrevimiento pero como habrá visto en los papeles soy sastre y es en lo primero que me fijo... -entonces se paró dudativo, había recordado en el problema que tenía la señorita D'Vialdi y se puso a mirar a su alrededor hasta fijarse en el señor Candignan que aún se encontraba en la puerta con gesto atónito tras escuchar toda su verborrea - Disculpe, no había caido, pero como debo dirigirme a la Señótrita D'Vialdi, igual por escrito, ¿debo hablar a su sirvienta y esta se lo transcribe?
La cara de Candignan se puso blanca al escuchar como Isaac llamaba sirvienta a Blossom:
- No es necesario. La Señorita D'Vialdi puede entender todo lo que usted dice siempre y cuando se dirija directamente a ella, pueda ver sus labios y hable un poco más lento.
La admiración de Isaac por la Señorita D'Vialdi creció al conocer ese hecho. Parecía cosa de magia, pero le sonaba haber oido sobre personas que podían hacer lo mismo, aunque cuando lo oyó lo asoció con un timo. Sabiendo que podía ser entendidó Isaac procedió a explicarle el proyecto, mientras seguía alabando el buen gusto y la inteligencia de la Señorita D'Vialdi.
Cuando terminó la explicación se quedó observando como la señorita D'Vialdi tomaba un papel, escribía una palabras y le daba la nota a Orpheus. La mirada de Isaac alternaba entre Orpheus y la dueña del banco, mientras el primero explicaba la sorprendete petición. A pesar de ser bastante bocazas y despreocupado, Isaac también tenía un don para entender los gestos y sentimientos de las personas, sobre todo de las mujeres, y creyo notar una cierta crispación en el rostro de la mujer al nombrar a Pierre D'Rue, que le hizo pensar que el tal Pierre debía ser algo mas que un cliente o un buen amigo.
- Esperaba que la propuesta de negocio fuese lo suficientemente interesante para conseguir el prestamo - dijo con rostro serio, pero entonces una sonrisa divertida apareció en su rostro- No obstante será un placer ayudarles esperando que esto ayude a estrechar lazos entre nosotros cara a un futuro. Estoy acostumbrado a que las mujeres me hagan toda clase de proposiciones, pero debo decirles que nunca me habían hecho una proposición de este tipo.
No tenía demasiadas ganas de ponerse a curiosear por todo Judas Crossing intentando averiguar lo que le había pasado a un frances estirado, pero el hecho de poder demostrar su valía a la Señorita D'Vialdi, y la mención de la joven hija del señor Bordeaux, lograron que creciera en él un repentino interés. Estaba comprobando que Judas Crossing estaba lleno de mujeres interesantes...
- Si su sirvienta es tan amable de prepararnos unas bebidas, podríamos tomar un té para sellar el acuerdo y terminar de concretar los últimos detalles - finalizó Isaac dirigiendo una gran sonrisa a Blossom, sin esperar respuesta se acercó a su socio Jeb y le susurró - acuerdate de levantar el meñique no queremos parecer unos patanes.
Motivo: Seduccion D'Vialdi
Tirada: 1d100
Resultado: 11
Yo también he escrito un pequeño tocho, tenía cosas pendientes de escribir de post anteriores que lo fui dejando... y dejando....
Tiro por seducción, ya que tengo la habilidad me evito poner texto :P
Aunque como podéis ver con mi suerte típica de Umbría me sale el tiro por la culata XDXDXD
Pero bueno, en el fondo queda bien con mi idea del personaje.
Cuando Diggory les hizo pasar Nathan esperó a que los dos socios tomaran la iniciativa y después les siguió cerrando el grupo, aunque también se percató que Orpheus les seguía y cerraba la puerta tras ello, algo que le pareció un tanto extraño.
Quizás tienen miedo a que podamos intentar atracar el banco tras ver como nos defendimos ayer...
No le importaba la medida de seguridad, incluso la comprendía, nunca estaba de más ser precavidos y estaba claro que en aquel banco les preocupaba mucho la seguridad, sobre todo la de la Señorita D'Vialdi.
El despacho era ciertamente impresionante, incluso Nathan que no entendía mucho de obras de arte suponía que todo aquello debía ser bastante caro, se notaba que la mujer tenía clase y sobre todo mucho dinero.
Y todo está muy limpio, así da gusto.
No tenía pensado sentarse, pero ante la invitación de Caprice y un posterior intercambio de miradas con los dos socios y Orpheus pensó que lo mejor sería aceptar la invitación.
-Gracias.
Hizo un gesto parecido a una pequeña reverencia para dejar claro su agradecimiento a la dueña del banco y después se sentó y dejó que Zack y Jeb llevaran el asunto de su hipoteca.
Finalmente todo se "solucionó" con una extraña propuesta que Orpheus se hizo cargo de transmitir. Nathan se quedó callado, no era nadie para decidir, aunque prefería centrarse en ayudar a Zack y a Jeb además del asunto que le había llevado hasta Judas Crossing. Mientras Zack iba hablando no pudo evitar sonreírse en alguna ocasión que otra, aquel hombre era un torbellino de palabras, aunque algunas sería mejor que las dejara guardadas dentro.
¿Un té? ¿Desde cuando se sella algo serio tomando té?
Aquella era una bebida para mujeres, no se iba a oponer que la Señorita D'Vialdi tomara lo que quisiera, estaba en su derecho y era su despacho, pero que todos se tuvieran que sumar al plan propuesto por Zack...
-Yo preferiría un whiskey, si es posible.
Si iban a tener que ir preguntando por aquel francés, era mejor comenzar con buen pie. Nathan, en el poco tiempo que llevaba en el pueblo ya estaba viendo que pasaban cosas extrañas en torno a las concesiones de oro, eso le tenía inquieto.
Jeb atendió con atención a las explicaciones de su compañero sobre las personas con las que habrían de entrevistarse.
-¿Asqueroso el té? Muchacho, no sabes lo que dices. Soy irlandés. Nosotros trajimos el té a las américas. Me crié en el viejo continente. Allí se toma el té a todas horas. Y sí, estiramos el dedo meñique casi sin darnos cuenta. Casi.
Las palabras de Jeb denotaban cierto orgullo sobre sus orígenes.
Según les hicieron pasar al despacho de Vivaldi, Jeb se mostró en todo momento excepcionalmente cortés y reservado. Saludó a los presentes con una leve inclinación de cabeza pero apenas habló. Prefería que Zack siguiese llevando la voz cantante en este tema. Al fin y al cabo, él tenía contactos previos de los cuales sabía más bien poco y los números no eran su fuerte.
En el despacho, además de una atractiva y elegante mujer a quien identificó como Miss Vivaldi y de la abrumadora belleza oriental que era su asistente, se encontraba un tipo que no conocían de nada. Fuese quien fuese, parecía que bailaba al son que marcaba la señora Vivaldi. Llegado a un punto de una aburrida conversación sobre números durante la cual Jeb estuvo más pendiente de la oriental que de otra cosa, Vivaldi escribió una nota que el tipo cogió y luego de leerla, tomó la iniciativa de la conversación.
Jeb se frotó el mentón pensativo cuando el tipo les planteó un encargo, como requisito para obtener la financiación. Jeb miró a su compañero desconcertado y fue este quien transmitió a Vivaldi lo mismo que él estaba pensando. Habían venido aquí con un proyecto de negocio que podría ser lucrativo para ambas partes, pero al parecer, esto no era suficiente. Sin duda tras la exquisita educación de la señora Vivaldi, la verdad es que se estaban aprovechando de ellos. Sin embargo Zack aceptó el ofrecimiento por los dos y Jeb no quiso contradecirle. En cambio asintió con la cabeza sonriendo.
Ya parecía que terminaba la negociación cuando Zack le susurró algo.
-Ya...el condenado dedo. Ya lo sé. Deja que te enseñe cómo se hace.
Cuando los invitados entraron en la sala, Shikibu los saludo con una reverencia al modo oriental y les señaló las sillas que había preparadas para ellos frente a la mesa de Caprice. Después, sin más dilación, se retiró hasta un rincón del despacho donde había una esterilla en el suelo y una mesa baja.
Recogiendo los bordes de su kimono, a juego con el vestido de aquel día de la señorita D'Vialdi, se sentó sobre las rodillas en la esterilla y comenzó a preparar sobre la mesita baja -que más bien se trataba prácticamente de una bandeja con patas- lo que sería una ceremonia del té. Sin embargo, se dedicó a hacerla en privado, ya que Caprice escuchaba atentamente las palabras de sus interlocutores y no quería interrumpir la conversación. Al fin y al cabo, la ceremonia del té simbolizaba dar la bienvenida a alguien de buenas maneras, pero de la gente que había allí, Blossom dudaba que hubiese alguno que lo entendiera y, dado que era simbólico, bien podía hacerlo para ella misma y ofrecerles el té después.
Por el rabillo del ojo captó la mirada del que se hacía llamar "Jeb" que, al parecer, era el único que se estaba percatando de sus movimientos. Los demás estaban enfrascados en la conversación. La joven asiática no se inmutó, simplemente abrió un armarito que tenía detrás y comenzó a sacar los instrumentos para la ceremonia, depositándolos con extremo cuidado sobre la bandejita. Entre ellos, Jeb pudo observar, si se fijaba bien, unas delicadas pinzas plateadas, una especie de plato rectangular con una rejilla en la parte superior, dos teteras, una más grande de metal y otra un poco más pequeña de cerámica, y las hojas de algo que supuso que sería el té, de un color verde intenso, bien guardadas en una cajita de cristal. Una de las teteras, la de metal, humeaba, pues ya estaba preparada con agua caliente.
Shikibu comenzó a verter el agua de esa tetera dentro de la otra en el momento en que escuchó al señor Rubenstein llamarla sirvienta. Miró al joven con los ojos entornados, pero Cadignan, casi atragantándose, intervino antes de que ella decidiese hacer nada. Así que no se inmutó y continuó con lo suyo con dedicación.
Cuando hubo vertido toda el agua en la tetera de arcilla y ya tenía la primera caliente y aclimatada, cogió la pinza y comenzó a colocar con suma delicadeza varias hojas de té en el fondo de la misma. Después vertió agua de la segunda tetera dentro de ella, más o menos hasta la mitad y, rápidamente, la volvió a echar en la de cerámica; aquel paso atemperaba y ablandaba las hojas para que no se rompieran en el proceso.
En ese momento estaba hablando Orpheus, contándoles todo lo sucedido con la concesión y el francés y proponiéndoles lo que, a todas luces, sería una más que extraña petición por parte de la señorita D'Vialdi. Blossom continuó echando entonces toda el agua en la tetera que tenía las hojas del té y la dejó reposar unos minutos, mientras los demás continuaban la conversación. En ese momento colocó la segunda tetera, la de barro, (que era un poco más pequeña) sobre el plato con rejilla y sacó una bandejita de plata del armario de detrás, donde fue colocando seis* vasitos redondeados, parecidos a cuencos pero más pequeños.
Cuando el té se hubo hecho, la joven vertió el líquido filtrado sobre la otra tetera, derramando adrede parte del contenido sobre la misma, alrededor, empapando por completo la cerámica. Cuando ésta estuvo llena, la tapó y la colocó también en la bandejita de plata.
Se levantó silenciosamente, sin que ninguno de los que estaba hablando se percatase, salvo el hombre que la observaba, y se dirigió al escritorio de Caprice, entorno al que todos estaban dialogando. Justo en el momento en que el señor Rubenstein la mencionaba por segunda vez y la miraba, la joven depositó la bandeja en la mesa, precisamente delante de él, con un golpe ligeramente más brusco de lo que lo habría hecho normalmente y le lanzó al tipo una penetrante mirada seria, afilada, que lo avisaba de volver a llamarla sirvienta.
Entonces, comenzó a verter té humeante en todas las tazas y entregó una a cada uno, incluido, por supuesto, el señor Ollerton, a pesar de su petición de wishky, a la que la joven oriental no hizo absolutamente ningún caso.
*Por el post del máster entiendo que Cadignan no está, pero luego alguien lo menciona, así que si por casualidad sigue dentro, serían siete vasos XD sí, también hay té para él si quiere ;)
El silencio se apoderó del despacho de la Señorita D’Vialdi mientras la exótica Blossom terminó de servir el té para sellar el acuerdo. El ritual era casi hipnótico, y sus movimientos eran gráciles y elegantes. De algún modo, los cuidados gestos de la oriental en medio de un solemne silencio le dieron aún más importancia a la petición de la propietaria del banco. Era algo insólito, pero al mismo tiempo no parecía excesivamente complicado de cumplir.
Pierre D’Rue se había llevado una concesión minera a una fiesta a bordo de un barco llamado El Paradiso. Nunca regresó.
Era lo que había dicho Orpheus, y la mirada de la Srta. D’Vialdi por encima de la taza mientras probaba el té confirmaba que ella iba a valorar positivamente cualquier información acerca del destino o paradero de Pierre D’Rue.
(creo que la reunión ha terminado, podéis añadir algo o simplemente narrar cómo salís del banco)
La oriental había conseguido llamar su atención no solo por su extraordinaria belleza, sino también por su forma de manipular el té. Había escuchado algo sobre las costumbres orientales respecto al té, pero nunca había visto algo así en directo. Cada movimiento parecía perfectamente calculado y era ejecutado con delicadeza y elegancia ¿Lo...lo está echando por fuera?-pensó-.
De la conversación con Vivaldi no se había enterado mucho. El resúmen para él es que tendrían concedido el préstamo a cambio de que aceptaran averiguar el paradero de ese Pierre D´Rue. Maldita la gracia que le hacía tener que meterse de nuevo en líos. Además, esto hacía que la apertura de la tienda se demorase todavía más, pero no había mucho más que pudieran hacer.
Tomó el té cuando se lo ofrecieron haciendo uso de sus mejores modales importados del viejo continente y efectivamente, estirando el dedo meñique al coger la taza. Asintió en gesto de aprobación al probar la bebida. Era del bueno.
-Bueno, pues supongo que ya está-dijo con algo de timidez, intentando cortar el silencio que se había adueñado de la habitación-Ha sido un placer. Teníamos previsto abrir cuanto antes, de modo que será mejor que nos pongamos a buscar a ese tal D´Rue. Les mantendremos informados de nuestros progresos.
Nathan no había podido dejar de fijarse en toda la parafernalia que la asiática había hecho para hacer aquel meado de caballo y aunque le había llamado poderosamente la atención seguía con las mismas ganas de té que antes, pero la sirvienta de la señorita Caprice no parecía entender nada de nada y le sirvió una taza.
Encima no sabe ni nuestro idioma...
Claro que como Caprice no hablaba suponía que tampoco era muy necesario, se comunicaría con ella por señas, algo un poco aparatoso pero sería la única forma que tenían.
Cogió la taza con una sonrisa forzada y asintiendo con la cabeza como si agradeciera el gesto, lo hizo más que nada por la anfitriona y por Zack y Jeb que parecían muy contentos de poder degustar el té.
Supongo que no les importará si no lo bebo.
Y por supuesto tampoco pensaba poner el dedo meñique en aquella postura tan ridícula como hacía el señor Jebediah. ¿Se habían convertido acaso en señoritas?
Al menos la reunión ya estaba a punto de concluir y recibió con alegría las palabras de Jeb que daban a entender que se marcharían. Dejó la taza intacta sobre la mesa y se levantó de la silla, después se inclinó levemente para despedirse de la Señorita Caprice.
-Señorita De Vialdi, ha sido un placer. -Después se giró hacia Orpheus y le tendió la mano.- Señor Anthony...
Todos guardaron silencio mientras Shikibu preparaba de manera solemne, solo como ella sabía hacer, la ceremonia del té. Su manera de llevar la ceremonia, era casi hipnotizante.
Al cabo de un rato parecía que se había llegado a un acuerdo, cosa que a Orpheus le alegró. No era un hombre de negocios, por lo tanto no confiaba en si mismo en ese tipo de reuniones. Pero era el papel que le tocaba en ese peculiar trío, y pareció que todo salió bien. Así que una ligera sonrisa de satisfacción apareció en su rostro cuando el otro trío empezó a levantarse y abandonar la sala.
El pistolero se fue despidiendo de ellos uno a uno.
-Señor Ollerton...un placer como siempre. Estaremos en contacto.
Le caía bien aquel tipo. Desde su ayuda en el atraco se había ganado la aprobación de Orpheus.
Isaac se fijó de repente en Shibuku cuando dejó caer la bandeja de té enfrente suyo apenas acababa de pronunciar que la palabra "té". Sus miradas se cruzaron y aunque no terminaba de entender el motivo, su sexto sentido le dijo que estaba muy molesta con él y que era peligroso tenerla en su contra.
Y aunque se fijó también en la belleza de Shibuku, en ese momento sólo tenía ojos para la Señorita d'Vialdi. Era verdad que no era muy habladora, pero eso no era problema para él, le gustaba hablar y no paró de seguir parloteando el sólo mientras se tomaban el té.
Cuando terminaron se levantó y dejando la taza en la mesa aprovechó para alabar el té:
- Nunca he probado un té tan exquisito. Mis mas sinceras felicitaciones a su.... ayudante - dijo cuando encontró la palabra adecuada dedicando una sonrisa amable a Shibuku - Y no se preocupen encontraremos a su amigo francés, soy como Auguste Dupin y tengo buena nariz para seguir la pista a la gente. Por cierto, no se por que, pero tengo el imperioso deseo de comprarme una pipa y un gorro de lana con orejeras.
Motivo: Observacion
Tirada: 1d100
Resultado: 56
Para el final he estado consultando las fechas para ver ya habían escrito sobre Sherlock Holmes pero aún quedaban 17 años para el primer libro :p
Aunque he encontrado que Edgar Alan Poe si que escribió sobre un detective llamado Auguste Dupin.
La solemne ceremonia del té sirvió para sellar el acuerdo tácito y de palabra. Nathan, Zack y Jeb se habían comprometido a ayudar a la propietaria del First Bank of the West y buscar información acerca de la misteriosa desaparición de Pierre D’Rue. A cambio, la señorita D’Vialdi les iba a facilitar la financiación para su negocio. No se fijaron ni plazos ni condiciones más allá de la buena voluntad de los tres socios de llevar a buen puerto su investigación. No obstante, mientras se despedían de ella y de sus personas de confianza, tuvieron todos la sensación de que de algún modo su futuro en Judas Crossing dependía ahora de cumplir este cometido llegado el momento. El apretón de manos de Orpheus Anthony era firme, y la exótica Blossom parecía servicial y amable, y Caprice D’Vialdi era sin duda educada y elegante. No obstante, manejaban un gran poder en el pueblo, y decepcionarles podía ser peligroso. Engañarlos podía ser un error mortal.
Salieron del pequeño despacho, y del banco. Era aún pronto, y fue entonces cuando miraron en dirección al Peacock Saloon, el cuartel general de Ennis “Blackeye” Cashpaw. Jeb tenía un asunto pendiente con él, y Zack y Nathan ya lo habían conocido también. El asunto de Jeb era de carácter privado, mientras Cashpaw les había hablado a Nathan y a Zack de la posibilidad de arrendar o comprar alguna parcela o local para el negocio, pero en aquel momento no disponían de la financiación que ahora sí tenían.
Así que comenzaron a andar hacia el Peacock mientras se ponían al día…
Para agilizar un poco, os meto directamente al tema con Cashpaw porque es un poco lo que toca para ir cerrando cositas.
Cierro escena, y seguimos por aquí con Nathan, Zack y Jeb
Siguiente escena en orden de lectura: [Cap I-Esc6.2] La decisión de Cashpaw