Yo no sé quién fue mi abuelo; me importa mucho más saber qué será su nieto.
El futuro de Judas Crossing ocupaba todos los pensamientos de la Srta. D’Vialdi. El paso del tiempo era inexorable, y se veía en la necesidad de hallar una solución. Un camino hacia un futuro distinto, mejor. Más justo. La frase que se repetía en su menta era de Abraham Lincoln, el presidente de la Unión durante la Guerra de Secesión y cuya muerte unas semanas después del conflicto bélico había conmocionado al joven país. Caprice D’Vialdi no dejaba darle vueltas, incluso después del atraco frustrado aquel mismo día.
Era ya casi medianoche cuando convocó a sus más allegados. Personas en las que podía confiar su vida, y el futuro que ella veía, pero de momento no era capaz de expresar con palabras. No valía para hacer política, para convencer a los demás de algo que ella veía con una claridad casi providencial. Ella veía el final de un camino que ya había comenzado a andar, aunque con pasos pequeños y sin hacer ruido. Pero había obstáculos y pequeñas encrucijadas en ese camino. Decisiones que era necesario tomar.
Repasaba una vez más lo que sabía. La concesión 3CL. Una concesión minera de las más antiguas en una parte de las Montañas de San Juan que no se estaba explotando, pero que el Sr. Bordeaux anhelaba por encima de todo. El perito de la Costa Este que subió a la montaña para poder tasar aquel documento que había avalado una hipoteca frustrada, y por lo tanto iba a salir a subasta. El cadáver del experto fue hallado por el cazador Harris. Luego Caprice había ideado un plan para deshacerse de la concesión y evitar que llegue a las manos del Sr. Bordeaux. Se la había entregado a Pierre d’Rue, y éste había acudido a una fiesta a bordo del barco “El Paradiso” con el objetivo de perder la concesión en alguna partida de cartas y regresar sin ella. Pierre nunca regresó, y nada se supo de 3CL. Terzo Ci-El.
Eran sus dos pistas. Dos hilos para empezar tirar. ¿Cómo había muerto al perito en la montaña? ¿Qué le había pasado a Pierre en el Paradiso?
Por la noche, mientras Caprice cenaba, recordaba escenas vividas en el tiroteo esa mañana. Blossom y Orpheus junto a ella, los tres hablaban sentados alrededor de la enorme mesa. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Como averiguar algo de lo que estaba pasando? Mientras hablaba, Caprice repasaba mentalmente las situaciones vividas, las personas que conocía y las que había ido conociendo, unía los hilos para idear la forma de hacer algo.
-Puesto que se os relacionaría fácilmente conmigo y con el banco, lo más oportuno sería que otras personas investigasen lo que pasó con Pierre de'Rue. -dijo Caprice a Blossom y Orpheus. -Nathan Ollerton e Isaac Rubenstein desean la concesión de su hipoteca y, por el momento, me han parecido de fiar por la forma en que actuaron durante el incidente del banco. ¿Qué os parece? Vosotros habéis tratado también con ellos... En cuanto al experto muerto en la montaña, como fue contratado por el banco, no hay problema en que vayáis vosotros a preguntar por la zona y obtener más información, empezando por el Sheriff...
Pobres desgraciados...
pensaba Orpheus en silencio.
¿Por qué la gente no se da cuenta cuando está en desventaja? Son tercos, creen que pueden superar lo insuperable...y entonces pierdes media dentadura y un brazo es hecho añicos...
La capacidad de la gente de creer poder conseguir lo imposible siempre asombraba al grandullón. ¿Quizá el ser humano estaba hecho para ser mucho más de lo que era? Las palabras de su jefa y amiga le hicieron volver a encontrarse sentado alrededor de la cena.
Orpheus miró a su amiga asiática, luego dejo los cubiertos. Se limpió con la servilleta (tenía claro que antes de hablar en la mesa tenía que tener la boca vacía y estar limpio), tomo un trago de vino, carraspeo y finalmente hablo.
-En cuanto a Nathan e Isaac me parecieron dignos de confianza. Podrían haber salido como el resto de los clientes sin hacer nada, pero se quedaron con nosotros y ayudaron. Para mi eso es importante. -Miró a Shikibu- Creo que podrían hacer bien el trabajo de 3CL. Nathan, el guardaespaldas, me pareció un buen pistolero, un digno rival. En cuanto al más pequeño... digamos que el combate no es su mejor faceta. Aunque creo que con la lengua se debe desenvolver maravillosamente... -se quedó en silencio. Estaba con dos señoritas- Hablando, claro esta a lo que me refiero -Tomo un trago rápidamente, luego se volvió a limpiar los labios y prosiguió- En cuanto a investigar lo que sucedió con el experto, me parece perfecto. Ya sabe que puede contar con nosotros... ¿Pero estará segura sin nosotros, sobretodo después de lo del banco?
Ya habían marchado más veces dejándola sola sin problemas. Pero después de los recientes acontecimientos, Orpheus se preocupaba por ella.
-Marchad tranquilos. Yo estaré bien. No saldré del banco, y si necesitara ayuda, tengo a Montana. Estaré esperando vuestro regreso para brindar por buenas noticias. -dijo Caprice con semblante tranquilo y contenido. Si tenía miedo, desde luego, no sabía expresarlo...
-Como usted quiera... -el pistolero miró a su compañera asiática y los asintieron. Orpheus no estaba del todo contento con dejar a la señorita De Vialdi sola, pero ella mandaba. No iba a ser él el que le llevase la contraria. Además, Montana era un buen compañero y había demostrado saber desenvolverse bien.
-Pues vayámonos a investigar lo que paso en la montaña...-le dijo a Blossom con una sonrisa. Luego corto un trozo de filete y se lo llevó a la boca.
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