Partida Rol por web

Judas Crossing [18+]

[Cap II-Esc18] La fiesta de la apertura

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26/01/2020, 16:37
Narrador

El sorprendente anuncio de Isaac Rubenstein llegó con la fiesta ya terminada. En la calle, un puñado de personas lo escucharon, pero pronto la noticia empezó a correr como la pólvora por todo Judas Crossing. 

¡Rubenstein alcaldable! 

Sin duda pronto iba a salir un número especial del Pioneer Gazette para contar en primicia y con todo lujo detalle los planes del ambicioso hombre de negocios para con Judas Crossing. 

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26/01/2020, 17:17
[IN] Uriah Clemens

-¡Alcalde Rubenstein!, gritó Clemens riéndose a carcajadas y golpeándose la pierna con la mano. Al parecer, le hacía mucha gracia. -Tome, su estofado, señor alcalde...

Como otras veces, Uriah se quedaba en un segundo plano, de pie, mirando cómo los muchachos comían, bebían y charlaban en su pequeño almacén. La mesa era una tabla puesta encima de dos cajas de madera, y otras cajas servían de asiento. No había manteles ni música, pero le gustaba contemplar la escena. Y además, ahora había algún rostro nuevo entre los amigos de Clemens. 

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27/01/2020, 08:05
Jonathan "Nathan" Ollerton

Al final la fiesta de apertura terminó de una manera inesperada para Nathan, el anuncio de Isaac presentándose para alcalde lo dejó boquiabierto. No dudaba de las capacidades de su empleador y que podía hacer un gran trabajo por el pueblo, pero con lo poco que llevaba allí y viendo la división que había lo veía más un problema, esperaba que no se tuviera que arrepentir de esa decisión. Cuando se retiraron y solo quedaron el pequeño grupo de amigos entonces se acercó a él.

-No se si felicitarle o darle el pésame Señor Rubenstein. ¿Sabe usted en el lío que se está metiendo? -Esperaba que fuera una decisión bien meditada y no un calentón. Por otro lado y a pesar de sus preocupaciones le parecía una buena noticia.- Estoy seguro que lo hará bien como alcalde y puede contar con mi voto, pero ándese con cuidado, no se si mucha gente verá con buenos ojos que se rompa el reparto de poder establecido.

No quería ser cenizo en un momento de celebración, pero veía necesaria la advertencia. Por fortuna Isaac gozaba de buenos amigos y todos estarían dispuestos a echarle una mano.

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27/01/2020, 18:52
Ennis "Blackeye" Cashpaw

El bullicio del gentío quedaba ya atrás, apenas audible sobre el trasiego de carruajes y el pulular de las gentes que se reunían bajo el compendio de casas de madera de la First Street. Ennis Caspaw habia abandonado la fiesta mucho antes de que la gente se hubiese percatado de su ausencia, pero mantenía ojos y oídos por doquier, y ni el más mínimo detalle de todo cuanto allí sucedía, terminaría escapando a su conocimiento. Se había quedado, eso sí, para escuchar de primera mano el discurso propagandístico de Yeates, aunque mucho más interesante le pareció la sorprendente declaración de Rubbenstein. Habia girado ya la esquina que llevaba a la First Street camino de vuelta al Peacock, cuando la espontánea intervención del joven Isaac le hizo girarse y apoyarse en la gastada baranda de madera para escucharlo con atención. Ennis había levantado su ceja derecha en un gesto característico que dejaba a las claras cierta sorpresa divertida.

La sonrisa del viejo zorro no era fruto del azar. Estaba claro que la llegada del ferrocarril suponía una amenaza para Judas y sus negocios, especialmente para él, sobre todo si su llegada venia acompañada por la anexión a Colorado impulsada por uno de sus más acérrimos enemigos, el general Yeates. Pero Ennis "Blackeye" Cashpaw no era llamado así por nada. Habia llegado hasta donde estaba a fuerza de perseverancia y voluntad, pero bajo aquel seudónimo de hombre duro forjado a sí mismo, se escondía mucho más, tal y como Ennis solía afirmar, lo mas difícil no era llegar a la cima, sino mantenerse. Y uno tenia que ser demasiado ignorante o inocente, o ambas cosas, para pensar que alguien como Cashpaw había logrado mantener su posición en Judas solo por la fuerza. No, el zorro plateado siempre iba un paso por delante, daba igual hasta que punto la gente creyese conocerlo, o cuan fuerte lo tuviesen agarrado por los huevos, al final siempre sucedía algo que giraba las tornas a su favor....lo que unos llamaban suerte, él lo llamaba anticipación.

Largo tiempo había estado dándole vueltas al asunto del ferrocarril y Ennis había comprendido que su llegada no sólo suponía una amenaza para el modo de vida de los poderes fácticos del Crossing, sino también un hecho inevitable, que si uno sabia manejar, podía representar una oportunidad para tomar posiciones en el nuevo mundo. Cashpaw había pensado en todo, los movimientos de Yeates no le resultaban ajenos, y ya había empezado a dar pasos para atajar ese problema. Pero no era necesario desvelar sus cartas todavía; que el viejo general siguiese pensando que llevaba ventaja. Cuando uno se siente seguro se relaja, y eso era algo que a Ennis le divertía y convenía por partes iguales.

Sus recientes gestiones con un renombrado doctor habían dado sus frutos y le habían propiciado ciertas prerrogativas. Eso había afectado postivamente a su relación con los orientales, reduciendo su dependencia de los proveedores chinos y colocándolo en una posición de fuerza que desnivelaba la balanza hacia su lado del pastel. Más preocupante le resultaba, no obstante, la situación precaria de los Lobos. Ortega y los suyos no eran precisamente del agrado del escocés, y entre los remilgados lametarjetas del general y los rudos rodamundos de Ortega no había dudas de dónde se encontraba su preferencia. Pero no se trataba de una cuestión de gustos, sino de equilibrio, y Cashpaw lo sabia muy bien. Si Ortega y los suyos caían, el equilibrio se rompería y eso no era bueno para él. De algún modo, los Lobos de Ortega se encargaban de frenar las ambiciones de otros enemigos no menos peligrosos y la solución no se limitaba a ver quién se quedaba con aquel trozo del pastel. Era algo mucho más complicado que eso. Abarcar demasiada cantidad de tarta podría ser tan peligroso o más que dejar que otros se comieran su parte. Ennis era consciente de aquello y ésa era precisamente la parte que más se le estaba resistiendo.

Cashpaw subió las escaleras del Peacock hacia su oficina, mientras lo hacía gritó un par de órdenes con consignas para cada uno de sus muchachos que tenia a la vista. No le gustaba verlos ociosos, la pasividad era la asesina silenciosa de los hombres, eso pensaba. Al llegar a su escritorio se sirvió un vaso de licor y empezó a revisar sus documentos. Contratos de propiedad, licencias, derechos de cobro...siempre había algo que pudiese usar a su favor. La intervención de Rubenstein todavía perduraba en su memoria dibujando una sonrisa intermitente en su rostro. No había contado con aquel caprichoso giro del Destino, pero pensó que podría encajar como un guante en sus planes. Todo el mundo en el Crossing sabía que el actual alcalde, Sutton, no era más que una marioneta que bailaba al son que Blackeye le tocaba. Algo que resultaba muy provechoso para mantener el status quo de lo que el consejo creía lo "Razonablemente apropiado" para Judas. Sin embargo, aquella relación podía suponer una traba a la hora de afrontar asuntos de mayor enjundia, donde entraban en juego fuerzas externas al Crossing, como el Gobierno Federal. Para ello era preciso tomar algo más de distancia, y la propuesta de Isaac Rubenstein podía ser la solución perfecta.

Estaba claro que el joven comerciante había jugado bien sus cartas desde su llegada al pueblo, era listo, ambicioso y habia sabido navegar entre las distintas facciones, propiciándose su pequeña cuota de poder sin llegar a oponerse frontalmente con ninguna...al menos hasta aquel punto. Ennis se preguntaba que tal le sentaría al General la pequeña sorpresa que les había deparado aquel final de fiesta. De nuevo, aquella sonrisa maliciosa apareció en su boca. Ennis sabia que debía tener cuidado, aquel era un terreno cenagoso y cualquier movimiento en falso podría suponer su ruina. Pero también era consciente que el barro era su terreno y nadie como él sabia moverse por él y salir al otro lado evitando los mayores trozos de mierda. Su relación con el judío era favorable, había visto en él un recurso valioso desde el día en que arribó a Judas buscando un solar para su negocio, si bien es cierto que nunca hasta ahora había sospechado que le pudiese resultar tan valioso, ni que pudiese dar uso a ese recurso tan pronto, pero así se habían dado las cosas. Cashpaw había sabido ganarse su colaboración y confianza, y ahora había llegado el momento de poner aquel vínculo a prueba. Su inminente encuentro con la Srta. Caprice podía ser el nexo de unión que necesitaba y el incentivo que diese un último empujón a su fructífera relación. Pronto habrían de reunirse a petición de la propia Dama para tratar el asunto del ferrocarril y Ennis no veia mejor momento para encauzar la partida a su favor. Todas las piezas estaban sobre el tablero, y aunque jugase en campo contrario, Ennis "Blackeye" Cashpaw siempre estaba preparado, tal vez sus piezas no fuesen las más poderosas de la partida, pero su mente privilegiada tenía la capacidad de situar en todo momento a sus peones en las mejores posiciones. Para hacerlo había que conocer bien el terreno de juego y la holgura y movimiento de todas las piezas.

El viejo escocés sabia exactamente como prepararse y precisamente por eso se había pasado las últimas semanas encerrado en su oficina, enterrado entre libros de cuentas y documentos mercantiles. No existía relación de poder que escapase a la astuta mente de Ennis, ni obligación, por pequeña que pareciese de la que no pudiese sacar partido. La luz de poniente arrojaba sus postreros dedos sobre el alfeizar de la ventana y las sombras del exterior empezaban a extenderse por la mesa de roble barnizado amenazando con tragarse los últimos colores vivos del estudio. Ennis alargó su brazo y encendió el pequeño farol de aceite que pendía sobre un brazo metálico al lado del sillón. Su vista se perdió unos instantes en la llama danzarina que parpadeaba en su interior. Veía en aquella llama una caprichosa metáfora del incendio que la llegada del ferrocarril desataría en el Crossing. Aquello sería así en más de un sentido. De las cenizas de aquel incendio se levantaria un nuevo Judas y él usaria sus rescoldos para erigir su propio imperio con mano de hierro.

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28/01/2020, 15:53
Gerardo "Mezcal" Méndez

Gerardo protestó un poco, pero al final accedió a acompañar al resto. Resultó que el estofado de aquél viejales era de lo mejor que había probado en mucho tiempo. Judas Crossing parecía tener una tendencia a sorprender a todos los que venían para quedarse. Terminado el estofado, y pese al ambiente festivo, el mejicano se despidió de su variopinto grupo de amistades. Debía regresar a La Hacienda, por si el Señor Ortega tenía algo más que encargarle. También tenía cierta curiosidad por cómo le habría sentado a su jefe que Rubenstein se presentase a alcalde, aunque tampoco pretendía preguntar.


Los días empezaron a pasar, y también las semanas. Salvo algunos encargos concretos del Señor Ortega que requerían a varios hombres para realizar alguna tarea no muy legal, la mayor parte del tiempo de Gerardo se vio dedicada a los Establos Castellón.

He visto que se tan bien los caballos, hijo. Encárgate de criar unos buenos ejemplares para mí -le había dicho Ortega a Gerardo, después de confirmarle lo que le había dicho Fabian de que podía quedarse a Rebel, el caballo con el que casi gana la carrera. 

Gerardo se tomó esto muy en serio, ya que realmente le gustaban los animales, y si no iba a estar por ahí pegando tiros, al menos estaría bien acompañado. Mientras Morty gestionaba el negocio monetariamente, y Fabian se encargaba del mantenimiento del establo, Gerardo se centró en cuidar, alimentar, y emparejar a los mejores caballos con la idea de criar unos ejemplares fuertes y rápidos que pudieran usar sus compadres de los Lobos Negros.

Rebel y otro de los sementales resultaron ser bastante fértiles. Las yeguas que tenían ya estaban preñadas, pero aún quedaba mucho tiempo hasta que dieran a luz a unos buenos potrillos, como Gerardo deseaba.

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10/02/2020, 14:53
Oliver J. Morgan

Judas Crossing resultó ser mucho más hospitalario de lo que había oído por boca de los lugareños de Lazarus, si bien el enfrentamiento verbal que había presenciado aquella noche le dejaba claro que todo era una fina capa de barniz, una cortesía superficial que podía disolverse tan rápido como cualquiera tardara en desenfundar. Tendría que andarse con ojo.

Sin embargo el anfitrión de su pasaje hasta allí, el señor Broud, parecía un hombre auténtico, simple quizá, aunque la experiencia le decía que no podía juzgar a un libro por su portada, parecía una persona en la que podía confiar. Si sus asuntos se lo permitían, estaba seguro de que disfrutaría de su compañía tomando un trago. Por ahora ya había decidido ser uno de sus primeros clientes y además, no olvidaba que aún debía pagarle el precio por un saquillo y cuerda.

El socio de Jeb, por el contrario, tenía el gesto afilado y los rasgos astutos como los de un zorro, bien pudo darse cuenta tras postularse como alcalde para Judas, pudo ver como la dialéctica y los contactos que se había agenciado no eran sólo de meros clientes para su recién inaugurado negocio, sino que parecía formar parte de una estrategia más elaborada. Seguiría la carrera de aquel individuo con cierta curiosidad, mientras permaneciera en ese pueblo.

El estofado de Uriah Clemens era de lo mejor que había probado en los últimos días, incluso comenzó a sentir algo de sueño debido a la plenitud de su estómago. Repasó sus movimientos para el día siguiente, debía localizar a Don Orpheus Anthony en el banco D'Vialdi, la información que obtuviera de él marcaría sus siguientes pasos en el Crossing, fuera como fuese, se alegró de poder compartir aquel tiempo con tan variopinta cuadrilla, llevaba mucho viajando sólo y, aunque no dudaba de que volvería a hacerlo, le gustaba disfrutar de compañía en ciertas ocasiones.

Por aquella noche, se dio permiso para relajarse y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

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03/03/2020, 21:17
Narrador

Notas de juego

Fin del Capítulo II

Capítulo III empieza [Capítulo III - Escena 19] Tiempos modernos