Y como el sol no llega hasta los ciegos,
lo mismo aquí a las sombras de las que hablo
no quería llegar la luz del cielo.
Canto XIII – L67
El día estaba llegando a su fin en el pueblo, y a medida que la tarde se convertía en noche los locales de ocio cobraban vida. No obstante, los acontecimientos recientes habían hecho mella en el ánimo de la gente y Judas Crossing estaba silencioso. Expectante.
La base de operaciones de Cashpaw no era una excepción. Esa noche había poco ambiente en el Peacock. Las prostitutas Ally, Haley y Lassie estaban sentadas las tres en una mesa, y solo había unos pocos clientes junto a la barra sin atender, mirando el fondo de sus vasos y a punto de salir ya.
Aquella noche, Cashpaw no tenía ganas de revisar los libros de cuentas. Ya sabía que estaban siedo días malos. A veces pasaba. No llegaba mercancía, ni tampoco nuevos prospectores. Y los que había no bajaban de la montaña, o no subían. Faltaba movimiento Judas Crossing necesitaba ese movimiento.
La falta de suministros había puesto de actualidad el tema del ferrocarril. También había generado algunas tensiones entre los Lobos y la Cuadrilla de Yeates. Mientras tanto, el carruaje que había salido hacia Lazarus podía ser el empujón que necesitaba la rueda de la economía local para volver a girar. Y el fardo de opio puro que iba a llegar, con la habilidad del bueno del doctor Rayne, iba a ser el agua para darle fuerza al giro.
Tocaron la puerta. Era Copeman.
Copeman se levantó a recibir a Rubenstein, quien ya gozaba de una cierta fama en Judas Crossing. Además, la noche estaba siendo tranquila.
El barman tosió un poco y se limpió la boca en un trapo. -De acuerdo, Zack. Vale. Cof. Está arriba. Sube.
Y subió por las escaleras.
-Jefe. Está Zack, digo señor Rubenstein, dijo Copeman tratando de recuperar el aliento y comenzó a toser otra vez. Últimamente le costaba subir las malditas escaleras. Al rato, añadió: -Quiere verle. Sube ya.
Isaac Rubenstein se había hecho un nombre en poco tiempo en Judas Crossing. Manejaba bien su recien adquirida fama y tenía buena mano con el periódico local. Ahora todo el pueblo estaba pendiente de su cargamento de ropa desde Lazarus, y si todo salía bien, la gente iba a hacer cola para entrar en su nueva tienda cuando se inaugurara.
Al parecer, Cashpaw había hecho lo correcto en apostar por aquel empresario en su momento.
En la soledad de mi despacho, cavilaba todavía todo aquel asunto del Ferrocarril. En mi mente, aquellos estupidos gerifaltes de la Union y sus perros aristócratas llegaban al Crossing entre estallidos de júbilo y espectáculo.
Nada bueno podía venir de todo aquello, eso pensaba.
Entonces Copeman me avisó de la visita de Rubenstein.
El joven comerciante habia entrado con buen pie en Judas y yo me congratulaba de haber tenido el acierto de apostar por el cuando llegó al pueblo. Aquella relación podría traer grandes beneficios para los dos y yo me encargaría de que así fuese.
Hazlo pasar Dije a Copeman. Y acto seguido ordené apresuradamente el mostrador y me dirigí al mueble de donde saqué otro vaso y algo de licor.
Rubenstein estaria preocupado con todo el asunto de su cargamento de ropa. De algun modo, su nueva iniciativa de crear una linea de transporte con Lazarus le habia dado cierta popularidad. A él tampoco le haría ninguna gracia la amenaza que representaba el Ferrocarril. Podía llegar a ser un importante aliado en todo aquel asunto.
Pase,pase señor Rubenstein... le dije cuando lo vi aparecer bajo el umbral.
...tome asiento por favor...¿Whiskey? Lo siento, no tengo otra cosa por aqui...pero descuide, si se le antoja cualquier otra le diré a uno de mis muchachos que la suban.
Isaac se encontraba cómodo en el despacho del Sr. Cashpaw. Habían tenido ya varias reuniones en relación con el local que le había arrendado. Y de lo que se sentía más orgulloso es de haber logrado hacer ver al Sr. Cashpaw, la necesidad de llevar una buena camisa interior o al menos un pañuelo anudado al cuello, para no desmerecer el efecto de un buen traje.
- Buenas noches Sr. Cashpaw. Un vaso de whiskey me vendrá de maravilla - respondió Isaac mientras se sentaba - Además vengo por un asunto delicado y cuanta menos gente haya por aquí, mejor.
Espero a que Cashpaw sirviera los dos vasos y dio un trago paladeando el sabor del buen whiskey.
- Delicioso, usted siempre tiene lo mejor de lo mejor. Pero hablemos del asunto que me ha traído hoy a verle - entonces, a pesar de estar solos, Isaac bajo la voz y adquirió un aire de secretismo que comenzó a rozar el ridículo - Como bien sabrá hay gente interesada en que el ferrocarril llegue a Judas, lo cual traería grandes beneficios a Judas y a todo aquel que sepa aprovechar la oportunidad y subirse al carro del progreso. Imagínese un Judas el triple de grande en el que usted tiene el triple de negocios y el triple de beneficios. En concreto hay una importante mujer interesada en tener una reunión con usted para tratar sobre este tema...
Cuando dijo mujer importante Isaac se llevo el dedo a la oreja y se dio unos golpecitos, que en realidad no eran necesarios para hacer comprender a Cashpaw a quien se estaba refiriendo, pues en Judas solo había una mujer con poder.
- ... pero ni ella, ni creo que usted, estarán interesados en que los vean juntos. Por ese motivo había pensado en que si está de acuerdo ,tengan una reunión en mi local. No resultará extraño que las dos personas con mejor gusto al vestir acudan a la mejor tienda de ropa de Judas - finalizó haciéndole un giño cómplice a Cashpaw y quedándose a la espera de su respuesta.
Con el whiskey en la mesa, Isaac le trasladó la invitación de la mujer que ostentaba un poder considerable en Judas Crossing. Había algunas damas que manejaban negocios o tenían riqueza, pero el poder... el auténtico poder estaba en las cuatro facciones que movían los hilos. Y solamente de las facciones era liderada de facto por una mujer.
La señorita Caprice D'Vialdi... La propietaria del First Bank of the West y una de las personas más poderosas de la facción de los Aristócratas.
En el tema del ferrocarril, la mayoría de los Aristócratas estaban a favor. No en vano, el agente de ferrocarril Richard “Gabby” Burton estaba en lo alto de la jerarquía de la facción de los ricos y extravagantes. El Caballo de Hierro solía traer más riqueza a los que ya tanto tenían. Los Lobos Negros se oponían y se aferraban a las tradiciones de antes, y el Consejo de Cashpaw había mirado con cierto recelo la llegada del "progreso" por si podía poner en peligro sus negocios, o favorecer en exceso a determinadas personas de Judas Crossing.
El whiskey daba vueltas en el vaso a medida que lo mecía pensativo, con una cadencia valorativa. La propuesta del joven comerciante me habia sorprendido. Ciertamente pensaba que Rubenstein estaría mas inclinado hacía una posición conservadora con respecto al asunto del Ferrocarril. Con su servicio de correos entre Lazarus y Crossing a pleno rendimiento, una nueva via de transporte solo podría ser vista como una amenaza por las mentes mas estrechas. Pero el espigado sastre había demostrado sobradamente ser algo mas que un rostro amable. De algún modo se las había ingeniado para llegar a un tipo de acuerdo con la señora Vivaldi, y ahora, me ofrecía su negocio como punto de encuentro para forzar una alianza donde probablemente una parte del pastel ya había sido repartida de antemano. Sin embargo, Zack tenía razón. La llegada del Ferrocarril era un evento irremediable, y el progreso se abría camino alimentándose de la carne y los huesos de aquellos infelices que trataban de oponerse a él. Aquella locomotora solo pasaría una vez, y yo debía subirme en marcha, si no quería convertirme en el combustible que alimentase sus calderas. Me sorprende Rubenstein...dije finalmente con franqueza...La señorita Vivaldi... pronuncié su nombre como quien recuerda a una antigua novia, de la que no ha podido olvidarse por completo. Esta bien, que asi sea...sin embargo no creo que sea buena idea que nadie nos vea juntos, ya sea en su tienda o en cualquier otro lugar... descuidé, yo me encargaré de disponer de un lugar seguro...y es posible que su negocio pueda servir a nuestro proposito... De ningún modo estaba dispuesto a exponerme en un lugar elegido previamente por la señorita Vivaldi, aún cuando se tratase de una propiedad mía. Aquella mujer era venenosamente lista. Y cualquier concesión podría significar ofrecerle una ventaja que a la postre pudiera resultar decisiva.
No resultó fácil organizar un encuentro entre dos de los líderes de Judas Crossing. Tanto Cashpaw como D’Vialdi se jugaban mucho, y cualquier concesión pública podía ser vista como una debilidad para las otras dos facciones, o para los de su propio grupo. La discreción era clave, y allí podía ayudar Isaac Rubenstein y su tienda de ropa. Era un edificio cuyo interior conocía en detalle Cashpaw, no en vano se lo había alquilado. Además permitía entrar por separado con la excusa de la adquisición o las medidas para un traje o un vestido. Faltaba definir detalles relacionados con la seguridad. Tal vez un límite de acompañantes. Uno o dos por cada uno. Al final, era la propietaria del First Bank of the West quien había dado el primer paso y había propuesto esta reunión, así que Cashpaw podía establecer sus condiciones.
En medio de ese choque de dos de los poderes de Judas Crossing, el ambicioso Isaac Rubenstein había visto la oportunidad para mostrar su valía y ascender puestos en el complejo entramado de poder, y al mismo tiempo ayudar al pueblo.
La reunión entre Cashpaw y D’Vialdi seguía pendiente, a la espera del regreso de los socios de Isaac Rubenstein y de la inauguración oficial de la nueva tienda. Cuando por fin regresaron, acerca de esos días, llegó la noticia de un asalto a la guarida secreta de Ortega que centró la atención del pueblo, aunque poco se sabía de los detalles…