Gerardo bajó a la planta baja, esperando encontrar a alguno de los demás despierto. Por las escaleras, sacó la petaca y echó un largo trago, prácticamente vaciandola, pero lo necesitaba.
—¿Hay alguien por aquí? —preguntó, justo antes de hacer uso de la escupidera.
El engaño de Gerardo les había dado el tiempo que necesitaban para volver a colarse dentro, ahora tendrían la cohartada perfecta y con los mismos hombres del Sheriff atestiguando que no habían salido. Tomó aliento al llegar al interior y dejó el alambre sobre una mesa.
-Bien hecho señor Mezcal, su intervención ha sido providencial, para esos tipos habremos estado aquí durante toda la noche sin movernos. -Se sentía un poco nervioso e inquieto, no solo por las aventuras que habían pasado si no porque tenía necesidad de lavarse las manos después de llevar aquella macabra herramienta y comprobar que su ropa no se había ensuciado.- Voy a lavarme, enseguida vuelvo. ¿Pudisteis leer bien los papeles que encontrasteis? Espero que sean suficientes para que Bordeaux se lleve su merecido.
-Bien hecho, chico-dijo Jeb dándole una palmada en la espalda al mejicano cuando por fin estuvieron a salvo dentro del edificio-Esos botarates nos servirán de cohartada si alguien pretende acusarnos de lo sucedido en la de Bordeaux.
En todo caso, el silencio en la casa era efectivamente preocupante.
-Deje el aseo para más tarde, Señor Ollerton. Primero asegurémonos de que las cosas están como deben.
Jeb apartó los papeles rápidamente escondiéndolos en algún sitio donde no quedaran a la vista. Quizá debajo de las faltas de una mesa camilla o en el interior de un armario o un baúl para luego desenfundar su revólver preparado para lo que pudiese suceder.
Antes de que Nathan pudiera asearse, o Jeb esconder las pruebas halladas en la Casa Bordeaux, escucharon ruidos desde el almacén. Mezcal bajaba por las escaleras...
—¿Hay alguien por aquí?
Había dicho el mejicano, y al mismo tiempo se habían escuchado voces de dos personas conversando. Venían de la parte del almacén donde descansaba el Viejo Clemens.
podéis bajar las escaleras sin más hasta el almacén, o tirar Escuchar (d100 si tenéis la habilidad) o Sabiduría(d20 con el atributo) para intentar averiguar qué está pasando.
Al oír los ruidos, Jeb echó los papeles a un lado y sacó su revólver. Podría ser su socio el que estuviese ahí abajo pero si era así ¿por qué no contestaba?¿Cómo es que no había dado señales de vida al oírles entrar? Ni siquiera atendieron a la llamada de Gerardo. Había algo raro en todo esto, así que mejor ser precavidos.
-Ten cuidado, muchacho-dijo mientras le seguía con el revólver desenfundado y amartillado.
Motivo: Sabiduría
Tirada: 1d20
Resultado: 5(+8)=13 [5]
Nathan se detuvo dispuesto a seguir las instrucciones de Jeb sobre asegurar que las cosas estaban bien cuando escuchó voces en la parte de abajo. Asintió a las nuevas palabras de su amigo y también desenfundó despacio su pistola, preparado para abrir fuego si alguno de aquellos malnacidos se había metido en la tienda. Hizo un gesto a Jeb y a Gerardo indicando que estaba preparado para actuar si las cosas se ponían feas y puso atención a la conversación intentando discernir quien estaba hablando.
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 64+
Resultado: 82 (Exito) [82]
Motivo: Escuchar
Tirada: 1d100
Dificultad: 64+
Resultado: 50 (Fracaso) [50]
Sin miramientos, Gerardo bajó por las escaleras hasta el almacén revólver en mano.
Si alguno de aquellos pinches hijos de perra se había colado en la tienda, lo pagarían con creces.
Los tres tenían sus armas listas, y Gerardo bajó primero por las escaleras hasta el almacén. Nathan escuchó una voz femenina que no conocía. Estaba conversando con alguien. Escuchó algunas palabras:
—Deme (...) razón para (...) desconocido
Había hablado en voz muy baja y ahora ya no se escuchaba nada, pero parecía un intercambio entre dos personas repleto de tensión. Al parecer, se encontraban junto a la cama del Viejo Clemens.
Gerardo llegó hasta el almacén, y sus dos compañeros iban justo detrás de él. Varias cajas apiladas tapaban la vista, y no era por casualidad ya que Morgan y Stich habían intentado ocultar un poco la cama donde se recuperaba el Viejo Clemens. La única iluminación era una pequeña lámpara encendida junto a la cama, y que ahora proyectaba una luz amarillenta hasta el techo del almacén, y dibujaba sombras confusas en las alturas que eran visibles para los tres que habían bajado. No sabían que había al otro lado de las cajas pero no iban a tardar en averiguarlo.
Jeb se detuvo e hizo un gesto al resto. Quizá no era el momento de intervenir. Quizá era el momento de escuchar. Quien fuera que estuviese ahí abajo, podría soltar algo que les conveniese escuchar y sea como fuere, parecía que nadie corría un riesgo inminente.
Nathan se paró a observar y escuchar, no conocía la voz de la mujer pero dadas las circunstancias prefería no relajarse. Asintió ante el gesto de Jeb, sin visión directa de la cama era mejor organizarse un poco y hacerse cuenta de lo que podía estar pasando al otro lado de las cajas. En cualquier caso y mediante gestos les indicó a sus compañeros hacia donde se dirigiría cuando tuvieran que traspasar la barrera para que no se entorpecieran unos con otros. Después se quedó atento a ver si podía escuchar algo más y averiguar quien era la mujer y de que iba todo aquello.
Gerardo sacudió el hombro cuando Jeb le agarró de la camisa para que se detuviese, pero permaneció tras las cajas, esperando a ver qué oían de la misteriosa conversación entre la mujer y... ¿el viejo Clemens?
Los tres se apartaron un poco para cubrir una zona más amplia. Trataban de escuchar lo que se decía al otro lado...
—Creo que no (...) que me quede aquí alterando (...) del Viejo
Era la misma voz femenina. Se notaba que estaba nerviosa, su voz era apresurada. Y sin duda, tenía mucho miedo.
Entonces se escuchó una voz masculina:
¡Espere!
Era la voz de Morgan, de eso no había duda. Y continuó hablando, con palabra rápidas y concisas, pero era un discurso largo y apenas pudieron escuchar alguna parte.
¿No sabe (...) Mortimer? ¿(...) al Viejo Clemens? (...) la concesión,(...) a por usted (...) con Clemens, con nosotros, (...) para salvarle, (...) la corrupción de Judas de una vez (...)
¿Morgan?
Jeb arqueó una ceja con extrañeza mirando a sus dos socios. No sabía cómo se había metido aquel extraño hombre en la casa, ni dónde estaba Zack, pero parecía que no tenían malas intenciones. En todo caso hizo un gesto a sus acompañantes invitándoles a intervenir y descubrir lo que pasaba allá a abajo finalmente. Por su parte, se preparó para bajar, justo detrás de Gerardo.
Siguió escuchando la voz de una mujer desconocida, aunque lejos de parecer peligrosa daba la sensación de que estaba nerviosa y asustada, no pudo evitar sentir cierta lástima. Justo después reconoció la voz de Morgan y eso le tranquilizó, al parecer estaban entre amigos. Miró a sus amigos y asintió ante el gesto de Jeb, él también estaba de acuerdo en que debían intervenir y descubrir qué pasaba. Aunque se había relajado un poco porque no parecía haber un peligro inminente siguió con el revólver en la mano por si acaso. Hizo un segundo gesto a Gerardo para que ambos salieran al mismo tiempo y a su vez dejaran el suficiente espacio a Jeb que venía detrás para acompañarlos.
-¿Señor Morgan? Somos nosotros. ¿Qué está pasando? Escuchamos voces y temimos que podía haber peligro.
No quería asustar a su amigo ni tampoco a su acompañante, pero hasta hacerse cargo de la situación completa era mejor mantener la prudencia y el dedo cerca del gatillo.
Gerardo salió de detrás de las cajas junto a Nathan, pero sin mediar palabra. Llevaba el revolver apuntando al frente y la mano diestra sobre el percutor por si tenía que lanzar una mortífera lluvia de balas.
Los tres avanzaron hacia aquellas voces. Primero iban Nathan y Gerardo, ambos con el arma en la mano, y bastante abiertos, uno a cada lado de la pared formada por cajas, para evitar cualquier posible huida o sorpresa desagradable. Y Jeb unos pasos atrás, también con el revólver Schoffield amartillado y listo para actuar contra aquella extraña e inesperada visita en la noche.
Sigue en 27. Una visita en la noche