¿Bordeaux? Ese nombre me suena... -dijo Gerardo, pensativo. Intento recordar, entre las nieblas del alcohol que cubrían sus días.
¡Ah, claro! Señor Ortega, ¿se acuerda de un tal Emilio Accardo? Un ingeniero, estuvo por aquí hará un par de días por unos caballos. Recuerdo que mencionó haber trabajado con un tal Bordeaux. ¿Eso le sirve de algo? -Gerardo se rascó la cabeza tras el esfuerzo memorístico.
En cuanto a los matones, por las calles no he oído ni visto nada fuera de lo común. Pero estaré atento, señor. -dijo bebiéndose de un trago la copa de vino.
No sé si quieres que escriba algo en la escena. Es que me la dejaste muy cerrada y no sé que poner.
-Bordeaux es el dueño de las minas de oro más importantes de las Montañas de San Juan, aclaró Ortega. -Un hombre poderoso, y muy peligroso. Hay que andar con ojo, compadre.
Bordeaux tenía fama de ser extremadamente cruel e incluso sádico con los pobres desgraciados que trabajaban en sus minas. También perseguía a los prospectores que se atrevían a buscar oro con sus sartenes cerca de su operación minera a gran escala. Con todo, el éxito de sus minas era incuestionable.
-Emilio Accardo...El nombre no me suena, pero si ha trabajado con el señor Bordeaux puede ser útil en algún momento. Nunca se sabe.
El patriarca de los Lobos se dejaba llevar por su intuición, que rara vez le fallaba. Y ahora le estaba diciendo que las cosas se iban a poner feas en el Crossing. Pronto. Como si ya pudiera escuchar el trueno lejano que avisaba de una tormenta. Tocaba prepararse.
la escena la podemos dar por terminada, creo que ha servido su propósito. Estoy terminando otra escena paralela que aún le falta un poco, y después abro otra nueva.
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