Partida Rol por web

Gerardo se mantuvo al margen de la conversación. Él no habría intervenido, pues si el sheriff llevaba al pobre diablo a la cárcel, estaría mucho más tranquilo entre aquellas rejas que aguantando a los parroquianos del lugar, eso seguro.

Sin embargo, sí se encargo de mirar con cara de perro a todos los presentes en el saloon, con la mano apoyada en la culata del revolver, no fuera a ser que alguien tuviera la pésima idea de tener algo que comentar.

Al escuchar las palabras de los presentes, el indio se detuvo y agachó la cabeza. Era la viva imagen de la derrota, de la humillación, de la caída al infierno...

Ofreció sus manos como esperando las esposas.

-Agradezco vuestras palabras, señores. Soy Gersham, Peter Gershham.

Miró alrededor por si alguien quería añadir algo más. -Os invito a que paséis por mi oficina a confirmar la declaración. La tendré en cuenta, no se preocupen, dijo en voz baja, y añadió: -Pero es mejor que lo saque de aquí, para evitar problemas y provocaciones. Todo este asunto de los indios hace que en cualquier momento puede pasar algo ... desafortunado.

El joven sheriff le dio una palmada en el hombro al indio, y se preparó para acompañarle fuera del Thunder Saloon.

Nathan asintió ante la presentación del hombre con una leve inclinación de cabeza.

-Jonathan Ollerton. -Tras presentarse escuchó las palabras del hombre y le parecieron razonables así que aceptó en acompañarlo a su oficina y prestar declaración para que quedara constancia de lo que había pasado.- No habrá problema con eso, le acompañaremos.

Sobre el asunto de los indios no dijo nada pues no le parecía el mejor lugar para hablar, pero intercambió miradas con sus compañeros. ¿Se referiría al rumor de que habían sido los indios los que habían cortado el telégrafo? De ser así tenían algo importante que contarle.

Jeb se encogió de hombros. 

-Encantado Señor Grisham. Está bien, así lo haremos.

Pensó en preguntarle por ese asunto con los indios, pero pensó que sería mejor preguntarle cuando pasaran por comisaría. 

-Bueno, vamos. Que no tenemos todo el día. 

Gerardo acompañó a sus compañeros, que seguían al sheriff y al indio afuera del saloon, pero omitió su nombre adrede. Nunca traía nada bueno que los agentes de la ley te conocieran.

Él cerraba la procesión hacia las dependencias del sheriff, así que miraba alrededor, buscando los rostros familiares de los dos matones o de aquel borracho metomentodo, con la mano siempre preparada en el revólver. No conocía este pueblo, y por lo que había visto de momento, sus gentes no le reportaban ninguna confianza.

Salieron del Thunder Horse Saloon. Peter Gersham tenía agarrado al indio Chubby y caminaba en dirección a la comisaría. Gerardo, Nathan y Jebediah le seguían.

 –Vamos Chubby, a dormir la mona, dijo el sheriff.