Partida Rol por web

¿Cuándo podré alegrarme, Señor mío,
mirando la venganza que, escondida,
hace dulce el secreto de tu ira?
       Canto XX -  L94

En la Frontera Desmenuzada también existía la posibilidad de acabar en el lado equivocado de la Ley. Era algo que se tenía que asimilar, ya que la Ley tenía un brazo largo que de vez en cuando daba un zarpazo por lugares aparentemente salvajes. Y si uno persistía en el camino de la delincuencia, tarde o temprano le capturaban. Y entonces acababa enfrente de un juez. Para todos aquellos pueblos, como Judas Crossing, que no contaban con un juez propio, existían los llamados “jueces de circuito” que atendían de forma itinerante en todo un distrito. 

Los recientes cambios legislativos que dirigían Judas Crossing hacia una eventual anexión al estado de Colorado ya habían traído cambios, como la llegada del nuevo grupo de sheriffs o alguaciles, liderados por Terence Ridgeway. También el pueblo iba a conocer a un nuevo juez federal para juzgar a los delincuentes que esperaban su turno en las celdas de la oficina del sheriff. En teoría, el guardián de la ley del pueblo seguía siendo Richard “Bud” McCoy, aunque cada vez era menos habitual verle en su puesto de trabajo. En vez de eso, frecuentaba los numerosos  saloons, burdeles e incluso se le había visto entrando en los locales de opio de los chinos.

La llegada del juez de Colorado en su diligencia fue todo un acontecimiento en Judas Crossing. Le esperaban varios casos. Estaba Donovan Sparks, el mirón que había aterrorizado a las chicas de Alabaster Moon y que había matado supuestamente a una prostituta. Luego faltaba juzgar a los dos que habían asaltado el First Bank of the West. También quedaba el tema del bandido que había formado parte del atraco sucedido semanas atrás que acabó con un altercado en los Establos Castellon. Allí había luchado con Mortimer Harnden y con Fabian Castellon mientras intentaba robar un caballo para huir con sus compañeros. Había que juzgarle, y se confiaba en una condena a la horca. Más que nada porque los Lobos Negros se habían cansado de esperar y se habían encargado de hacer cumplir su particular sentido de la justicia y del honor. Lo habían sacado de la celda una noche y lo habían colgado en un árbol en las afueras del pueblo, al estilo de los Vigilantes que había en algunos pueblos de la Frontera. 

Gerardo, apoyado en una valla de madera, observó la llegada de la diligencia del juez. Seguramente no sería el único de los Lobos en los alrededores. Era necesario observar a aquel recién llegado, para ver de qué pie cojeaba. Quizá fuera uno de aquellos jueces rectos y temerosos de dios. O quizá fuera un canalla sobornable como muchos otros, en cuyo caso había que asegurarse de que los Lobos fueran el mejor postor y así evitar futuros problemas con la ley.

La llegada del Juez era una oportunidad que Isaac no pensaba dejar escapar. Habían participado en la captura de una gran número de los malechores que iban a juzgar el juez y era un buen momento de recordarselo a todo Judas. Así que fue el primero que se dirigió a la parada de la diligencia a dar la bienvenida al nuevo Juez.

La llegada de una diligencia siempre era motivo de alboroto en el pueblo y esta especialmente pues traía al juez que debía juzgar todos los casos que seguían pendientes. Nathan dejó lo que estaba haciendo y se asomó, su interés no solo era por la llegada de aquel hombre si no también más profesional, quería comprobar si el carruaje estaba en perfecto estado y de no ser así podría ofrecer sus servicios a los conductores, así que se fijó en las estructuras, las ruedas y los demás elementos que componían el medio de transporte. En ese momento se dio cuenta que su amigo Gerardo se encontraba apoyado en una valla.

-Buenos días Señor Mezcal. ¿Como va todo?

Por el otro lado de la calle vio a Isaac acercarse también a la comitiva y le hizo un gesto de saludo para llamar su atención.

-Buenos días Señor Rubenstein. ¿Va usted a conocer al juez?

Suponía que sus pretensiones de llegar a la alcaldía imponían su presencia en todo ese tipo de actos públicos así que no le extrañó verlo por allí.

El negocio iba "flojo" ese día, así que cuando Jeb notó que se arremolinaba gente en la calle principal del pueblo, como espectantes, salió a echar un vistazo. Llevaba la cinta de medir colgada al cuello y un lápiz de marcar sobre la oreja. Nada, la diligencia, que había llegado "diligentemente". 

Se quedó mirando...Ah, ¿Que ese era el nuevo y flamante juez venido de Colorado? A ver cuánto tardaba en "contagiarse" el espíritu del Crossing. Si venía con ideas muy revolucionarias, el pueblo se lo iba a comer. Stitch no estaba, así  quecerró la puerta del local y giró el letrero a "vuelvo ahora" y se acercó a donde estaban sus amigos.

Los chismorreos de la gente formaban un runrún por lo bajo. Que si es guapo, si parece tal, si resulta cual...

-Buenos días...¿Qué tal?¿Qué les parece el nuevo juez?-dijo para romper el hielo-Me parece que tiene mucho trabajo en este pueblo como quiera enderezarlo. Pero el crossing no se va a dejar enderezar ¿no creen?¿Tendrá lo que hay que tener?¿cuánto tardará en perderlo?

Gerardo escupía y daba un trago a la petaca cuando vio acercarse a sus compañeros de socialización habituales.

—Señor Ollerton... —dijo levantando la petaca a modo de saludo— Todo bien, aquí, manteniéndonos informados —añadió con una media sonrisa irónica.

Jeb también se acercó. El hombre parecía haberse aburrido bastante durante el día y venía con ganas de hablar.

—Cuántas preguntas señor Broud. Si aún no he tenido ni el placer de verle la cara al buen hombre. Jajaja.

Al final el nuevo juez Robinson resultó en cierta medida decepcionante. Venía a cumplir el trámite, como un juez itinerante o de circuito. Revisó por encima los casos, y dictó sentencias intentando ser justo pero sin dejarse llevar ni por la emoción de los del pueblo ni por los deseos de venganza, aunque ante la duda prefería mostrarse implacable. Condenó a Donovan Sparks por varios delitos menores a la pena más severa posible, ya que no se pudo demostrar fehacientemente su culpabilidad en los casos de las prostitutas muertas o desaparecidas. El ladrón capturado en los Establos Castellon terminó en la horca, y los atracadores del First Bank of the West fueron enviados a otro estado donde les esperaba un juicio severo por delitos anteriores.

Al menos las prostitutas del Alabaster Moon ya podían estar más tranquilas, y Zack tenía temas pendientes de tratar con ellas.

Con todo, la sensación en Judas Crossing era de cierto desamparo, ya que se trataba de un juez itinerante que tenía que acudir a muchos lugares, y en el pueblo se consideraba que lo suyo era tener un juez propio y permanente.